domingo, 25 de marzo de 2018

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En el miércoles hay cielo y luz de momento. Salimos a caminar, a aprovechar la ausencia de lluvia y recorremos calles ayer oscuras, hoy llenas de contrastes. Foros que rebosan verdor, columnas de piedras que cuentan cosas y enormes monumentos para honrar a los grandes. Recorremos alguna iglesia antes de volver al teatro Marcello y apreciar con más luz sus mágicas ruinas del año 11 a.C. Hay palmeras en el patio del Palacio de Venecia, donde Mussolini tuvo despacho. Sin querer subimos escaleras para descubrir que alberga Museo y que alguna puerta abierta nos flanqueó el paso. Retrocedemos y seguimos buscando novedades. La iglesia del santo nombre de Jesús es barroca y casa madre de los jesuitas. Altos techos, frescos y decoración exuberante. La capilla de San Ignacio alberga su tumba flanqueada por espectaculares esculturas y también hay reliquia de San Francisco Javier. Y en otra capilla aparece uno de esos lienzos que impactan. Es un descendimiento, el autor es bosnio, Safet Zec, y la obra, de 2014, alberga a tres jesuitas de renombre junto a la Virgen, emocionante. Estamos de enhorabuena porque la siguiente basílica que visitamos también provoca emoción. Santa María sobre Minerva. Dicen que es basílica menor, considerada la única gótica de la ciudad, es propiedad de los dominicos. Lugar de enterramiento de varios Papas y de Fray Angélico, alberga una obra de Miguel Ángel, el Cristo Redentor, vista y fotografiada por todos. Pero hay un par de obras que yo destacaría más. Una Anunciación donde varias niñas, presentadas por Juan de Torquemada, reciben una dote para fundar una cofradía. La obra es de 1485, de Antoniazzo Romano. Y hacia 1490 Lippi pinta al fresco otra Anunciación donde Santo Tomás de Aquino presenta al Cardenal Carafa. Ambas magníficas, ambas imprescindibles para amantes del arte. Encontramos luego la iglesia de San Ignacio, muy similar a la de Jesús. Mucha y desbordante decoración, con la particularidad de ver un trampantojo o tela que se convierte en falsa bóveda. Hay espejos para admirar las alturas sin dejarse el cuello en el intento. La plaza de la rotonda se llena de luz, de sol y de música de contrabajo. Y de terrazas donde se saborea un sol que quiere imponerse. El panteón de Agripa es una estructura imponente. Iglesia también, desde donde se ve el cielo por una gran apertura en la impresionante bóveda, y por donde debiera de ser bonito ver llover o ver la nieve caer. Repleta de turistas y de visita gratuita, alberga la tumba de Víctor Manuel II y del gran Rafael. Nueva portada de templo, el de Adriano, alberga hoy la cámara de comercio. Una estudiante declama hoy sus conocimientos para el resto del grupo. Quizás sea el primer capuccino de mi vida, el que me tomo en Tazza d’oro, dicen que ofrecen el mejor café del mundo. San Luis de los franceses alberga muchos visitantes, todos buscando las obras de Caravaggio, tres en una misma capilla, todos dedicados a San Mateo, vocación, inspiración y martirio. Bonita la iglesia. La plaza Navona está construida sobre lo que era un circo romano. Estilizada, con infinidad de restaurantes y terrazas, esperando clientela, muchos turistas, muchas fotos y una bonita fuente con esculturas de Bernini. En la misma plaza la iglesia de Santa Inés, que es circular y llena de bonitos relieves. Van a cerrar y suena la campanilla. Es hora de comer y buscamos el Campo de Fiori, mercado, colores y olores, huele a queso y a mucho más, y se venden muchas alcachofas, lustrosas. Preside la estatua de Giordano Bruno, que fue quemado ahí mismo, en 1600, acusado de herejía. Paseamos por las calles adyacentes, la Via del Capellani es estrecha y con encanto. En la iglesia de Santa María de la Encina, en la plaza del mismo nombre, hay música hermosa y Anunciación en la Sacristía, donde pedimos permiso para entrar y fotografiar. Comemos con vistas al mercado, en Scampo. El cielo empieza a ennegrecerse. En San Andrés del Valle ofrece audio guía un agradable joven, según él una de las siete basílicas más importantes. Tiene una copia de la Piedad en bronce y es sede de la orden de los Teatinos. Vuelve la lluvia, buen momento para busca refugio en los Museos Capitolinos. Una verdadera joya, un par de edificios con subterráneo que los comunica. Explosión de escultura antigua, también pinacoteca. La Venus capitolina, la estatua ecuestre de Marco Aurelio o la loba amamantando a Rómulo y Remo son algunas de las obras más representativas. Yo quizás me quedaría con una Venus Esqulina o con un Hércules luchador o con el mármol violeta de Marsyas, por no hablar del galo moribundo. Visita imprescindible en Roma. Al lado el Vittoriano o monumento dedicado al rey, grandioso, enorme, guarda la tumba del soldado desconocido. Subimos a alguna azotea, vistas en la noche. Tiene ascensor de pago hasta la altura más elevada. No lo tomamos. Es hora de visitar la Fontana de Trevi, de verla iluminada, de verla llena de gente que se fotografía, de tirar moneda o no, de que alguien nos haga una foto sin saber que nos quiere vender algo. Es visita obligada en la ciudad, hermosa. Buscamos mesa bajo la lluvia. En Osteria al 16 se cena bien y en el hotel se descansa mejor.

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