En el miércoles hay
cielo y luz de momento. Salimos a caminar, a aprovechar la ausencia de lluvia y
recorremos calles ayer oscuras, hoy llenas de contrastes. Foros que rebosan
verdor, columnas de piedras que cuentan cosas y enormes monumentos para honrar
a los grandes. Recorremos alguna iglesia antes de volver al teatro Marcello y
apreciar con más luz sus mágicas ruinas del año 11 a.C. Hay palmeras en el
patio del Palacio de Venecia, donde Mussolini tuvo despacho. Sin querer subimos
escaleras para descubrir que alberga Museo y que alguna puerta abierta nos
flanqueó el paso. Retrocedemos y seguimos buscando novedades. La iglesia del
santo nombre de Jesús es barroca y casa madre de los jesuitas. Altos techos,
frescos y decoración exuberante. La capilla de San Ignacio alberga su tumba
flanqueada por espectaculares esculturas y también hay reliquia de San
Francisco Javier. Y en otra capilla aparece uno de esos lienzos que impactan.
Es un descendimiento, el autor es bosnio, Safet Zec, y la obra, de 2014,
alberga a tres jesuitas de renombre junto a la Virgen, emocionante. Estamos de
enhorabuena porque la siguiente basílica que visitamos también provoca emoción.
Santa María sobre Minerva. Dicen que es basílica menor, considerada la única
gótica de la ciudad, es propiedad de los dominicos. Lugar de enterramiento de
varios Papas y de Fray Angélico, alberga una obra de Miguel Ángel, el Cristo
Redentor, vista y fotografiada por todos. Pero hay un par de obras que yo
destacaría más. Una Anunciación donde varias niñas, presentadas por Juan de
Torquemada, reciben una dote para fundar una cofradía. La obra es de 1485, de
Antoniazzo Romano. Y hacia 1490 Lippi pinta al fresco otra Anunciación donde
Santo Tomás de Aquino presenta al Cardenal Carafa. Ambas magníficas, ambas
imprescindibles para amantes del arte. Encontramos luego la iglesia de San
Ignacio, muy similar a la de Jesús. Mucha y desbordante decoración, con la
particularidad de ver un trampantojo o tela que se convierte en falsa bóveda.
Hay espejos para admirar las alturas sin dejarse el cuello en el intento. La
plaza de la rotonda se llena de luz, de sol y de música de contrabajo. Y de
terrazas donde se saborea un sol que quiere imponerse. El panteón de Agripa es
una estructura imponente. Iglesia también, desde donde se ve el cielo por una
gran apertura en la impresionante bóveda, y por donde debiera de ser bonito ver
llover o ver la nieve caer. Repleta de turistas y de visita gratuita, alberga
la tumba de Víctor Manuel II y del gran Rafael. Nueva portada de templo, el de
Adriano, alberga hoy la cámara de comercio. Una estudiante declama hoy sus
conocimientos para el resto del grupo. Quizás sea el primer capuccino de mi
vida, el que me tomo en Tazza d’oro, dicen que ofrecen el mejor café del mundo.
San Luis de los franceses alberga muchos visitantes, todos buscando las obras
de Caravaggio, tres en una misma capilla, todos dedicados a San Mateo,
vocación, inspiración y martirio. Bonita la iglesia. La plaza Navona está
construida sobre lo que era un circo romano. Estilizada, con infinidad de
restaurantes y terrazas, esperando clientela, muchos turistas, muchas fotos y
una bonita fuente con esculturas de Bernini. En la misma plaza la iglesia de
Santa Inés, que es circular y llena de bonitos relieves. Van a cerrar y suena
la campanilla. Es hora de comer y buscamos el Campo de Fiori, mercado, colores
y olores, huele a queso y a mucho más, y se venden muchas alcachofas,
lustrosas. Preside la estatua de Giordano Bruno, que fue quemado ahí mismo, en
1600, acusado de herejía. Paseamos por las calles adyacentes, la Via del
Capellani es estrecha y con encanto. En la iglesia de Santa María de la Encina,
en la plaza del mismo nombre, hay música hermosa y Anunciación en la Sacristía,
donde pedimos permiso para entrar y fotografiar. Comemos con vistas al mercado,
en Scampo. El cielo empieza a ennegrecerse. En San Andrés del Valle ofrece
audio guía un agradable joven, según él una de las siete basílicas más
importantes. Tiene una copia de la Piedad en bronce y es sede de la orden de
los Teatinos. Vuelve la lluvia, buen momento para busca refugio en los Museos
Capitolinos. Una verdadera joya, un par de edificios con subterráneo que los
comunica. Explosión de escultura antigua, también pinacoteca. La Venus
capitolina, la estatua ecuestre de Marco Aurelio o la loba amamantando a Rómulo
y Remo son algunas de las obras más representativas. Yo quizás me quedaría con
una Venus Esqulina o con un Hércules luchador o con el mármol violeta de
Marsyas, por no hablar del galo moribundo. Visita imprescindible en Roma. Al
lado el Vittoriano o monumento dedicado al rey, grandioso, enorme, guarda la
tumba del soldado desconocido. Subimos a alguna azotea, vistas en la noche.
Tiene ascensor de pago hasta la altura más elevada. No lo tomamos. Es hora de
visitar la Fontana de Trevi, de verla iluminada, de verla llena de gente que se
fotografía, de tirar moneda o no, de que alguien nos haga una foto sin saber
que nos quiere vender algo. Es visita obligada en la ciudad, hermosa. Buscamos
mesa bajo la lluvia. En Osteria al 16 se cena bien y en el hotel se descansa
mejor.
Pastel de manzana en Airfriyer
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