Día viernes, día de cielo azul, de paseos y de
muchas iglesias, de cansancio que se acumula, de seguir pensando que Roma es
bárbara, exuberante y grandiosa, de que falta tiempo, de que una semana es
poco, de que sería bueno venirse a vivir un tiempo para descubrirla a otro
ritmo, para seguir comiendo pasta y para regocijarse con el arte. En San
Carmino alle Cuatre hay fuentes en las cuatro esquinas, monja que friega el
suelo y ruido de coches y de vespas. Se me cae el cristal de la gafa, menos mal
que no es festivo y podemos encontrar óptica y arreglo. Vuelta a la calle. En San
Vitalis estamos solos con la música, es del siglo V y hay una paloma que se va
cuando entramos y que vuelve cuando nos vamos. En San Andrés al Quirinale hay
cúpula dorada con ángeles y forma ovalada, le llaman la perla del barroco y
aquí murió San Estanislao de Koska. Vemos el palacio del Presidente de la
República, por fuera. Gente en los alrededores, plaza y obelisco. Volvemos a la
Fontana, repleta de gente y de agua, más hermosa de noche. En la Plaza Colonnia
hay otra columna historiada y se rueda película con vestidos años 70. Un señor,
mayor, con altavoz, perturba el rodaje ante las risas del respetable. Más iglesias,
más palacios, gente que se mueve. Vía Condotti se llena de tiendas de lujo y de
marcas conocidas. Color en la plaza de España, y gente que ocupa escaleras en
la escalinata de la Trinidad del Monti. Turistas y fotos. 170 escaleras hasta
la iglesia. Merece la pena la visita, capillas con bonitas obras. Mucha gente,
todos ávidos, cada uno sabrá de qué. Bonitas vistas de la ciudad, las cúpulas
en la lejanía. En San Andrés della Fratte llegamos a los últimos minutos de la
misa que se oficia de forma transversal, con altar en capilla. Oficiante joven,
que dirá al final la misa ha acabado. Le llaman la Lourdes de Roma y es que hubo
aparición en 1842 y conversión. En San Silvestre in Capite hay reliquia de la
cabeza de San Juan Bautista, hay menos dinero, las paredes se desconchan y
parece haber más recogimiento. El patio de entrada es precioso. Seguimos otra
recomendación y comemos cerca de Plaza España, en Sugo d’oro, otro acierto. Mucho
lujo en los alrededores, también galerías de arte. Helado en Gracchi. Ella habla
muy bien nuestro idioma, se lo digo. Estamos en la plaza del Popolo, blanca, amplia, con
iglesias gemelas y una joya a su espalda, Santa María del Popolo. Estatuas, y
gente. Hermosa, y con acceso a los jardines Borghesse. Subimos escaleras, hay
vistas y suena Hotel California al piano. Bustos y más bustos de ilustres
personajes, árboles desnudos y vestidos. Paseantes y turistas, e indios que
venden flores porque hoy no llueve. Más curas jóvenes, algunos hacen fotos. Banco
a la sombra, se está bien viendo la vida pasar. Hacemos tiempo y es que
enseguida abren la iglesia de Santa María, entramos en tropel, parecemos
sedientos de arte y es que casi todos vamos al mismo punto, la capilla donde
están los Caravaggio. Merece la pena la espera. Hay más aparte de los lienzos,
hay estatuas, y más. Pompas en la plaza, enormes, vienen a por nosotros. Seguimos
visitando iglesias o basílicas, difícil saberlo. Volvemos a Minerva, nos abren
la librería para comprar postales de las Anunciaciones. Se acumulan las visitas
y el descanso nos lo ofrece la música irlandesa en vivo, tres amigos, o eso
parece, que tocan instrumentos mientras nosotros bebemos cerveza, podíamos
estar en Dublín. Parece que las canciones se repitieran, no sé si decírselo,
será mejor que no, será el alcohol. Las teles muestran fuego, hace calor al
amor de la lumbre. Se hizo de noche, la Navona de noche es hermosa, los
restaurantes esperan clientes. Nosotros cenaremos en T-burger station. Y luego,
despacito, los pies no dan para más, tomaremos rumbo al hotel.
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