Las ruedas avanzan rápidas. Restos de nieves en montañas que se acercan. Antenas
en la bola del mundo. Sol y azules cruzados por deshilachadas nubes. En San
Lorenzo del Escorial se entra despacio. Hay badenes y semáforos. Tomo el sol
mientras la espero. A la vera de la mole del Monasterio. Gente, turistas, van y
vienen. Se oyen idiomas y se hacen fotos delante de la austeridad en arquitectura.
Sólo la estatua del santo, en piedra. Lo demás son ventanas y simetrías,
geometría ordenada. La basílica se puede visitar. Metros que para mí son
kilómetros. Ayudado de muleta, engañando las baldosas, hago que suene el arco
de seguridad. Dentro se pierden las voces de los vigilantes que se desgañitan
intentando que no se hagan fotos. Cuadros iluminados y altar que se pierde en
la altura. La joya está en capilla recogida. El Crucificado de Cellini. Mármol blanco,
inmaculado, tras cristal protector. El maestro italiano puso todo en la obra. Velas
y pasos. Se puede ver pero no tocar la frialdad blanca. Fuera, sentados,
observamos, unos van y otros vienen. Grupos y familias. Luego al Miranda Suizo,
hotel antiguo y cafetería que mira a la calle. Un chocolate espeso con
condimento que no acertamos a descifrar y picatostes en forma de paralepipedo, crujientes,
magníficos. Enfrente del hotel
exposición de acuarelas de alumnos del taller dirigido por Leandro Antolí. Buen
maestro debe de ser si los alumnos obtienen estos resultados. Muestra excelente,
pequeños formatos que despiertan los sentidos. Caminando, es un decir, desandar
lo andando. Vuelvo a pisar las calles nuevamente. Suenan las campanas. Hay boda,
trajes y vestidos. También la música en el coche. Las nieves se alejan.
domingo, 19 de marzo de 2017
sábado, 18 de marzo de 2017
muleta
Aquí también hace aire. El vendaval
se desata. También interior. El equilibrio se rompe, se rompió. Por el lado más
frágil, quizás. Nunca se sabe. Un dolor, una cojera, unas pruebas, un tubo
cerrado, un poco de claustrofobia. Respirar fuerte y profundo para sentirse en
calma. El ruido y el resultado. Carpeta con foto de maquina en forma de donuts,
resonancia abierta. Máquina que podría comerse niños o personas. Resonancias
que dan resultados. Textos, muchas líneas. Leer para asustarse y para no entender.
No es posible. Incongruencia. Falta conocimiento. Cosas que se mueren, sangre
que deja de correr, río interrumpido, calcio y sombras. Esperar, y mucho. No
dormir y voltear la mente, imparable cuando la paz se desequilibra. Por qué sin
respuesta, en plural, muchos. Paciencia sobre muletas. Mirar adelante. Y que el
pie se quede en el aire. Equilibrismo. Les llaman bastones. Aprender a caminar
con ellas. Olvidadas. Antes era diferente. El cuerpo tenía menos años. Donde
está el niño. Se fue. Pero yo soy aquel, lo recuerdo. Palabras y mas pruebas.
Colores en una pantalla, miden densidad de huesos. Se pintan colores y se hacen
gráficos. Esto es la tecnología aplicada a la salud. Menos mal que existe, al
alcance de la mano. Lo demás es amor. Ella omnipresente. Hasta para poner
inyecciones en pliegues de piel. Sale el sol, un poco. Es invierno en Madrid.
Hasta llueve. Días después. Pena de no poder pisar las calles y sobre todo los
charcos. La ventana deja traslucir sólo ruido. Ese que hacen las gotas en la
noche. Descubro que no hay inyecciones de paciencia. Mentira, siempre lo supe,
nunca lo viví, así.
Barullo y ruido. Prisas e incomprensión. Por mi parte. No
sé si por la suya. Echo en falta sosiego y claridad. En la exposición y en la
forma. Reposar y esperar, poco más. Y más citas en marcha. Porque las parcelas
son estancas. Falta el enfoque global, ¿lo tendrá alguien en el mundo de la
medicina? Para completar la mañana, atrapados en el ascensor. Se fue la luz.
Casualidades. Mastodóntico, grande. No se mueve, sólo queríamos subir seis
escalones. Luego lo hicimos. Una vez rescatados no quisimos probar que la luz
había venido. Subir escalones, pequeña ascensión en muletas. El hospital trae
recuerdos. Muchas visitas a un doctor que ya no está. Hablamos de principios de
siglo.
Una segunda opinión refuerza la
idea de que la diversidad enriquece. La forma se suaviza, se analiza y
reflexiona. No hay afirmaciones rotundas ni necesidad de vender su propio
trabajo. Hay lo que se espera. Escucha, análisis e interrogantes. Salgo con una
agradable sensación. La de poder depositar la confianza en el doctor.
La vida mas a ras de suelo. Se
sienten los baches. Ella empuja. Cuesta arriba o cuesta abajo. Esfuerzo o
menos. No para mí. Sólo ver y observar sombras. Los radios se mueven o se
paran, para una foto. Hay frenos, aplicados a ruedas que parecen de bici. El
aire se siente. El extrarradio de una ciudad en domingo.
El reuma me suena a enfermedad de
mis abuelos. Nunca supe lo que era. Y yo de repente, en la consulta de una especialista
en ello. La tarde se escapaba. Sol en la glorieta. Un señor, recién infiltrado,
espera a su hijo que viene a buscarle en coche. Se va en auto viejo. El sol
ciega mi visión. A ella si la veo. Esperar y mas pruebas, análisis, etc. y
sobre todo unas pastillas. Agarrarse a algo que se ingiere. Calcio y vitamina
D, en mi cabeza sirven para proyectar un futuro.
Descubrimiento de hace cuatro días,
siglo XX. 1922. La vitamina D. Toca preguntarse qué hacía antes la gente. La
respuesta es fácil. Ciencia y conocimiento al servicio de nuestra salud.
Carencia que hay que combatir. Pastillas y más. Ordenadas, aquí está, luego la
otra. El equilibrio trastocado. Toca volver a que los dos platillos se
equilibren en el centro. Juego de infancia. De pesas de hierro. Pesaban. Ahora
pesan las piernas. La silla eterna. Las ruedas aportan movimiento. Semanas,
fueron días antes. Medimos mes ya. El sol sale y calienta. Dicen que llegó la
primavera antes de que le tocara. Eso no cambia, un ciclo sin fin.
Se me olvidó andar. Enderezar
el cuerpo cual homo erectus. Primero un pie y luego el otro. Una muleta sólo. Todo
un cambio. Mas tiempo por delante, mas paciencia. Nada será lo mismo, nunca lo
es. Nueve semanas después. Ella sonríe.
sábado, 11 de marzo de 2017
cocina
Dicen de él que
era arabista, también novelista y amante de la cocina. Vino con el siglo XX y
se fue en 1977. Bilbaíno. Me imagino que se sorprendería y disfrutaría del boom
de la cocina de ahora, donde hay más cocineros que toreros o que futbolistas. Todo
cambió. Libro de cocinas, pero no al uso, no sucesión de recetas, que las hay y
muchas. Pero hay historias, anécdotas y crítica. Poco amante de las verduras,
se inclina por Cataluña como región que reúne todo lo necesario para ser la
reina de la cocina. Nos deja refranes como éste “Si quieres criarte gordito,
después de la sopa bebe un traguito” y no se olvida del final, de esos postres
donde la antigua presencia árabe o la más reciente de conventos de monjas,
garantiza, según el autor, la excelencia de los dulces en esas poblaciones. Libro
de aquella biblioteca básica Salvat, de colores, en este caso, verde.
Viaje por la cocina
española. Luis Antonio de Vega. 1969
quadras
Cuadras portuguesas
de Pessoa. O cantares para nosotros. Estrofas de cuatro versos con principio y
fin. Cada uno lleva su historia. Simple. Mucho amor, idealizado, no
correspondido. Eso genera desencanto, y soledad. Cantarín y agradable de leer. Dicen
que la mayoría fueron escritas en el último año de su vida, 1935.
Fernando Pessoa. Cantares
(Quadras). 2006
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