Jueves,
mariposas posadas en flores y bellotas sueltas. Decoran la pared blanca. Vigas
de madera estructuran el techo. La anarquía de la naturaleza se contrapone al
orden geométrico de la arquitectura. Sólo la piedra vista parece contradecirlo.
Viaje a Baeza, corta distancia, ligera subida. Carril bici en paralelo. También
patrimonio de la humanidad. Mas recogida que Úbeda. Se oyen voces de profesor
que habla en la plaza de Santa Cruz. Allí para el Palacio de Jabalquinto con
patio de naranjos y fuente. Bella portada. Siglo XV. Juan Guas o Enrique Egás
como posibles proyectistas. Se evoca a
Machado por todos lados. Placas y versos. “… y la encina negra, a medio camino
entre Úbeda y Baeza”. Y la Antigua Universidad donde el aula de Antonio Machado
trae emoción. Allí dio el poeta clases de francés. Pupitres de antes, de esa
madera oscura, de estrecho asiento. La pizarra y las tizas, el mapa enrollable.
Su brasero y su silla. Las visitas guiadas la llenan. Nosotros la vaciamos.
Silencio en clase. En la Catedral hace fresco, lo cual no quita para disfrutar
de una visita completa con audioguía. Mucho que ver y disfrutar. Nido real de
gavilanes llaman a Baeza. Alfonso VII en 1147 y luego Fernando III en 1227
toman la ciudad. En 1529 hay catedral gótica. En 1567 se desploma. Vandelvira
inicia la reconstrucción. Una vez fallecido la prosigue su discípulo Alonso
Barba. Pinturas por restaurar, muchas capillas y visita al campanario subiendo
escalones con vistas de brumas, olivares y sierras. Gigante cananeo en la entrada
o salida. Cristobalón. Y versos del poeta a la catedral. Paseo tranquilo hasta
las ruinas de la iglesia de San Francisco. Es hora de sentarse al sol, en
camisa al mediodía. En Las Vegas hay plato de garbanzos con langostinos. Tapas
y vino por cuatro euros. Cuchará y paso atrás, o jornadas de cocina
tradicional. Acogedora Baeza, plaza con terrazas. Tanto en Úbeda como en Baeza
los difuntos se anuncian en las esquinas. Los vecinos se pueden informar de
quién ya no está. Palmeras y otras especies. Columpios. El Palacio de los
Salcedo es hotel y presenta un artesonado precioso, pintado. Y otro palacio, el
que alberga el Nuevo Casino, donde nos sentamos a degustar otro plato. Guiso de patatas con chocos y almejas. Delicioso. La tele local nos pide
opinión. Se acabó Baeza. Vayamos a Linares. Allí está la plaza donde Manolete
cae mortalmente herido. Morirá en el hospital de los marqueses de Linares. El
pósito fue almacén de grano, en el XVIII. La minería del plomo aupó a la
ciudad, y luego la hizo caer. Pasear por Linares, tierra de artistas, Raphael,
o Andrés Segovia, a las tres de la tarde, es sinónimo de turista. Cerrado
porque es hora. Niños que vuelven o van, coches y paz. La plaza del
ayuntamiento es poco agradecida. La modernidad le hizo un flaco favor a un
espacio abierto. Quizás la culpa la tenga el parking que alberga en sus
entrañas. La monumentalidad de las cercanas poblaciones no existe aquí.
Iglesias y poco más. No venía de antaño, no le tocó la historia de cerca. O sí,
porque paseando nos topamos por sorpresa con el museo Arqueológico. Gratuito.
Sorprendente. Dedicado exclusivamente al asentamiento de Cástulo. Cercano, a
unos siete kilómetros, en la carretera de Jabalquinto. El museo da mucho y
promete más. Da palabras, ponderales, copelas o fusayolas e imágenes. Y nos
deja la expectativa para un futuro cercano. La antigua ciudad se puede visitar,
y lo haremos dos días después. Volvemos a Úbeda. Lo de marco incomparable está
muy manido. Pero hay veces que es real. Iglesia de San Lorenzo, sacristía.
Escasa, rectangular. Una estufa calienta y unas luces, pocas, alumbran. Alguien
trajo manta por si acaso. Danzas y romances en la obra de Cervantes.
Instrumentos antiguos, vihuelas, laúd, clavecín,…Emilio Villalba y esposa, Sara
Marina, que también narra, son los concertistas. Clara Campos pone voz, de
soprano. El resultado es fantástico. Anónimos o no, sefardíes o andalusíes.
Romances, versos, notas. Música de otro tiempo y de ahora. Poesía
amorosa.
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