jueves, 16 de junio de 2016

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Es jueves y sale el sol con algunas nubes. Mas campanas que suenan. Las de San Pedro, la parroquia de Salzillo, él tenía su taller cerca. Madrugar para verla, antes de la misa y antes del cierre. Como en toda iglesia de Murcia, obras suyas, como un San Pedro arrepentido, el Cristo de la Esperanza o una Dolorosa de ropajes verdes y rojos. Tiempo de chocolate con churros en Casa Sagasta. Después paseo entre sol que despierta hasta San Andrés. Allí una talla románica pequeña da vida a la Virgen de la Arrixaca, antigua patrona. Jardines con sombra, agua y flores. Palmeras con tronco colonizado. Edificio abandonado, el de la fábrica nacional del salitre. Luego de la pólvora. El 12 de mayo de 1707 nace Salzillo en Murcia, bautizado en Santa Catalina. Visitamos su museo que ocupa un espacio adyacente a la Iglesia de Jesús y ésta misma. Aprende pintura con el presbítero Manuel Sánchez. Hasta 1727 permanece en un convento domínico, haciéndose cargo del taller de su padre tras la muerte de éste. Paco Rabal aparece caracterizado como él en una película. Primero, obras de pequeño formato, ángeles adoradores, vestidos de seda, también el trabajo de otros autores. Dos belenes, el napolitano, con mas de seiscientas piezas, y el de Salzillo, menos florido y trajeado que el anterior. Ambos impresionan por los detalles. Piezas sueltas como un óleo sobre tabla de nogal de Pedro Fernández, siglo XV, la crucifixión. Se presentan también bocetos de esculturas en barro cocido. En la planta octogonal de la iglesia, espectacular desde las alturas, se presentan los pasos procesionales. Se pueden ver desde los laterales de las capillas o desde el frente. A destacar la Dolorosa del Viernes Santo, el San Juan o la oración en el huerto con un ángel sublime. Muy recomendable la visita. Fuera, las paredes blancas de la Iglesia recuerdan a Sevilla. Silencio en Santa Catalina donde está la pila bautismal, bautizado tal día como hoy, 12 de mayo, hace unos cuantos años, el mismo día de la venida al mundo. Otro artista murciano, él es Ramón Gaya. Precioso, gratuito su museo. Dice en sus diarios de 1952-53 que “el hombre moderno no necesita propiamente volver a lo antiguo, sino…acordarse, acordar su antigua juventud con su actual vejez”. Me encantan sus bocetos y apuntes a lápiz o a boli. Empezó a pintar en 1920 con apenas diez años. Múltiples técnicas. Pasteles italianos preciosos y un par de retratos magníficos del músico Salvador Moreno. Otra cita suya para acabar, “Siempre que, vuelto hacia mí, reculando en el tiempo, he querido llegar a lo más antiguo y más escondido de la memoria, a ese primer instante de conciencia animal pura que ha de ser, por lo visto, de donde arranque ya toda nuestra vida, desemboco invariablemente en una imagen muy simple: una rama de nisperero recortándose sobre un cielo azul”. Escenas de antaño en la calle. Suena furioso, atronando, el pasodoble de gitanos que pasan platillo. Como nadie se ofrece se van rápido. Se llenan botas de vino y el vermut granizado no me entra. Es la casa de Luis de Rosario, de solera y tapas en ambiente de antigua ciudad. El mercado de Verónicas tiene vistas al Convento del mismo nombre. Blancas paredes en su interior iluminadas por luces azules que muestran una exposición de arte moderno inexplicable. En Murcia parece que todos los propietarios de fruterías son indios o pakistaníes. Los pasteles de carne, típicos de la ciudad se pueden encontrar muy buenos en Bonache, que desde 1828 ofrece repostería y más.
Tomamos el autobús a Algezares. Lentejas para hoy en envase de plástico, estudiantes, caras de enfado o de dureza. Silla de ruedas, de los que piden en las iglesias. Vuelta a casa, al extrarradio. La vida en tránsito. Luego a andar, 25 minutos de subida al santuario de la Fuensanta. La patrona. Viene de fuente santa, conocida ya en 1356. Curaciones milagrosas por sus aguas. El edificio es del XVIII. Fachada blanca. Consabidas palomas buscando huecos. Esperamos y caen gotas. Las aves suenan. Las hermanas benedictinas venden chocolate de los Hermanos de la Luz cercanos. Y todo tipo de recuerdos. Esas tiendas son copias unas de otras. Me acuerdo de Estibaliz. Creo que somos los únicos que subimos andando. Las cuatro campanadas de la tarde. Se abre el recinto. La guerra civil se llevó todo el interior. A oscuras ahora. Sólo el camarín donde luce la virgen con bordados rojos. Un grupo de mujeres reza. En su mayoría jóvenes. Relieves en paredes y altar. Llueve afuera. Truena. Es el rosario. En un descanso del cielo bajamos. Autobús de nuevo. Diluvia por unos momentos. Siempre escampa. Las Agustinas del Corpus Christi abren y allí admiramos el San Agustín de Salzillo que pisa herejes. Las monjas rezan tras la celosía. En San Antolín no está la Soledad, está de viaje por la ciudad. Las monjas aquí cantan, amplificadas, voz dulce a capela. El museo de la ciudad enseña historia y en San Miguel oímos misa admirando la colección de arte que atesora en altar y capillas. Un espectáculo. Desfila la Soledad, suena el Canon de Pachelbel con dos violines y flauta travesera. En el café del Arco patatas asadas, ensaladilla y bacalao encebollado. Todo bueno. Más música, en el café de Alba canta José Moreno. Cantautor acompañado de otro guitarrista y caja acústica. Suena bien. Vienen de Elche. En Spotify lo busco después. Suena muy bien. Poca gente, ellos se lo pierden. Acaba el día, intenso.

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