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el parquet
En la misma agenda gris aparecen firmas, en papeles arrancados a las
semanas. Algunas ilegibles. Otras con números al lado, resultados de partidos
de baloncesto. La agenda perpetúa cambió de año y se pasó al 74. Es trece de Enero
de 1974. Yo tengo once años, he ido al baloncesto y al final he bajado a la
pista. Tiembla y cruje el parquet. Ellos son muy altos. Yo saco la agenda y
ellos garabatean. Sudorosos. Algunas manos parecen temblar. Eso lo sé ahora. Entonces
eran gigantes. Ahora son normales. A algunos se les puede ver por las calles de
Vitoria. La altura todavía destaca. Para unos la firma es legible y se lee un
nombre. Como Cristobal. Ganó su equipo, el Real Madrid, 113-86, al Baskonia. Dice
la hemeroteca del ejemplar del lunes 14 que “el afán del lucha del Vasconia
hizo menos fácil el triunfo del Real Madrid”. Jugó Cristobal, no fue titular y
anotó cinco puntos. Quiero pensar que otra es del gran Brabender, 22 puntos. También
tengo la del canadiense Phil Tollestrup, el primer extranjero en la historia
del Baskonia, temporada 73-74. Aparecen otros, del mismo año o años
posteriores. Eso duraba unos minutos, para ellos eran cientos de firmas, para
nosotros únicas. La canasta, inalcanzable, la madera seguía crujiendo.
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