sábado, 4 de junio de 2016

cartas

Antes se enviaban cartas. E incluso postales, tarjetas, dentro de sobres, para preservar la intimidad. Y los sobres llevaban sello y matasellos que cubría toda ella. Y éste decía “en las poblaciones con distrito postal ponga el número de este”. ¿Quién leería eso? Porque lo que atrae de un sobre, con destino y remitente es abrirlo y ver el contenido. El continente queda para guardar lo otro, para preservarlo. Y el contenido es una postal que va fechada y ésta coincide con la fecha del matasellos. Se escribió y se depositó el mismo día en un buzón, y se recogió y se envió ese mismo día. Y no sé cuando llegó, seiscientos kilómetros transcurridos. Su objetivo era felicitar, allá por Marzo, el día de San José. Y la postal dice en su anverso, Llegada, Albacete, todo bien. Ciudad Maravillosa. Saludos. Y a ese supuesto telegrama del pasado le acompañan tres fotos. Catedral. Su interior con frescos, y una plaza con fuente donde circulan y aparcan coches de otro siglo. Y hay reverso. Y la letra se vuelve torpe para felicitar y esperar un reencuentro cercano. Y escriben dos, ella y ella. Y hay faltas también, los besos fueron vesos. Da igual, la intención es lo que basta. Y hay firmas, dos. Y hay tiempo, que se pasa y se pasó. Y la fecha es sólo una aguja que se clava en el recuerdo. Y ellas, dos, también son recuerdo, y memoria.

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