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cartas
Antes se enviaban cartas. E incluso postales, tarjetas, dentro de
sobres, para preservar la intimidad. Y los sobres llevaban sello y matasellos
que cubría toda ella. Y éste decía “en las poblaciones con distrito postal
ponga el número de este”. ¿Quién leería eso? Porque lo que atrae de un sobre,
con destino y remitente es abrirlo y ver el contenido. El continente queda para
guardar lo otro, para preservarlo. Y el contenido es una postal que va fechada
y ésta coincide con la fecha del matasellos. Se escribió y se depositó el mismo
día en un buzón, y se recogió y se envió ese mismo día. Y no sé cuando llegó,
seiscientos kilómetros transcurridos. Su objetivo era felicitar, allá por
Marzo, el día de San José. Y la postal dice en su anverso, Llegada, Albacete,
todo bien. Ciudad Maravillosa. Saludos. Y a ese supuesto telegrama del pasado
le acompañan tres fotos. Catedral. Su interior con frescos, y una plaza con
fuente donde circulan y aparcan coches de otro siglo. Y hay reverso. Y la letra
se vuelve torpe para felicitar y esperar un reencuentro cercano. Y escriben
dos, ella y ella. Y hay faltas también, los besos fueron vesos. Da igual, la
intención es lo que basta. Y hay firmas, dos. Y hay tiempo, que se pasa y se
pasó. Y la fecha es sólo una aguja que se clava en el recuerdo. Y ellas, dos,
también son recuerdo, y memoria.
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