Decía Koestler que desde el punto de vista de los
simios el nuevo animal llamado hombre era un paso atrás en la historia.
Alrededor de ese concepto de progreso gira un libro
para pensar. Demoledor a veces, con el concepto de progreso o “consuelo
principal de la humanidad”, una vez que concluyó el asalto a la religión como
ilusión.
Consuelo para no aceptar la realidad. Muchos pensadores
a escena. Muchas experiencias de vida también, de reporteros en situaciones difíciles,
en épocas de guerras o entreguerras. Todo para concluir que necesitamos los
mitos, en forma de progreso o creencia para subsistir. Al fin se trata de eso,
de sobrevivir en un mundo que no entendemos.
Freud como protagonista, que elige una “inquietud
perpetua” en vez de la tranquilidad sin pasión. O lo que es lo mismo, un “fatalismo
activo” que acepta el caos, que toma la resignación como la gran virtud para
aprender a vivir con el conflicto interior. El fin del psicoanálisis no es otro
que aceptar el destino personal. Armarlo frente a un mundo que al final ganará.
Vida basada en circunstancias de nacimiento, educación y entorno. Circunstancias
sobre las que se puede influir pero limitadamente, “la mayoría se imaginan como
peces voladores, pero pasan su vida bajo las olas”:
Y vuelvo a
sentir un escalofrío al leer el relato de Norman Lewis sobre las niñas ciegas. Tomado
del libro Napolés 1944, una conversión para el autor británico (de
imprescindible lectura).
T.S.Eliot, “el género humano no puede soportar mucha
realidad”
El silencio de los animales. Sobre el progreso y
otros mitos modernos. John Gray. 2013
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