La ventana no deja pasar la vida. La mañana permanece ahí afuera,
esperando su oportunidad. La mañana de dentro es distinta, silenciosa y
cadenciosa. Abrirla significa aire que trae el ruido de lo habitual. Obras,
limpieza de calles, la conversación que la estrechez acerca, “ha llovido” dice
uno. La calle regada por operarios en parejas, algunos coches, más saludos. Ecos
de cotidianidad. aAaaa, parece un gesto de sorpresa. Es una churrería, diferente.
Trabaja como centro especial de empleo y vende libros con fines benéficos. Chocolate,
tostada, porras y libros, todo junto. También sirven a domicilio, en moto. No me
resisto y nos llevamos tres ejemplares. Es temprano y algunos turistas parecen
despistados en la Plaza Alta, lo mismo pensarán de nosotros. Abre el museo de
la ciudad en el solar que albergaba la casa de Luis de Morales, el divino. No está
demostrado que naciera en la ciudad nos dirán más tarde. Se trata de un espacio
didáctico, orientado a visitas escolares, con paneles explicativos y medios
audiovisuales que describen la historia de la ciudad. Más interesante nos
parece el Museo Arqueológico Provincial ubicado en el Palacio de los Duques de
Feria en la Alcazaba. Restos árabes, romanos y visigodos en un bonito edificio
de bello patio interior. A destacar un par de mosaicos. Afuera un niño con
gorra de chulapo juega en la fuente mientras la abuela descansa. Nuestra Señora
de la Soledad es la patrona y su capilla es bonita. La imagen es pequeña, de
rostro ladeado y manto negro y dorado. Los ventiladores, dos, giran como
demonios, el único ruido del lugar. Un par de fieles en silencio. Artesonado en
madera en el techo. Una ciudad es pequeña cuando pasas cuatro veces por la
misma calle en pocas horas o cuando ves a la misma abuela cantándole al nieto
al rato o cuando vemos a la chica de la churrería que es entrevistada por una
televisión mientras viaja en un triciclo. O será que no salimos del cogollo
central. Calles estrechas, balcones con rejas, sin rejas. Se vende, se alquila,
colores. Llora el niño, puertas abiertas, luz en la Plaza Cervantes y Zurbarán
en monumento. También es gratuito el Museo de Bellas Artes. Y es una pena que
sólo se encuentre abierto en su mitad porque lo visto es grande. Vemos en su
mayoría obras del XIX, mucho costumbrismo y realismo social. Brillantes los
cuadros de Eugenio Hermoso (1883-1963). Denuncia y realidad en el cuadro Trata
de niños de Jose Perez Jimenez (1887-1967). Siguiendo con los artistas de la
tierra abundan las esculturas de Juan de Avalos. Destacable también La niña de
la huerta de Jose Gordillo (1888-1972). Diferente en sus formas son los
personajes de los cuadros de Bonifacio Lázaro Lozano (1906-1999), pintor nacido
en Portugal de padres españoles. Y diferentes sus títulos. Precioso el “Te
saciaría la flor del trigo”. Mucha escultura también de Pedro Torre Isunza. Seguimos
con el sorprendente “Sueños blancos” de Eduardo Naranjo (1944), de puesta en
escena excepcional y ojos que traspasan. Y una sorpresa final al encontrar una
serigrafía titulada Tauromaquia que pertenece a los inicios como pintor del
poeta Alberti. En general, museo más que recomendable para disfrutar en
silencio. Es hora de comer y muy cerca nos sentamos al aire libre en la Casa
Portuguesa, calidad y abundancia a muy buen precio.
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