
Normalmente los ojos aparecen blancos como ese mármol, casi
inexpresivos, a veces fantasmales. Descubro esta cabeza, de mujer, con iris y
pupila, en ambos. Marcados, no encuentro otra en todo el museo. Las facciones también claras, las huellas del tiempo evidentes, todavía me sorprende que haya
aguantado tanto siglo; hoy suspendida, inamovible, el pelo ondulado, falta sólo
el soplar del viento para mecer el cabello. Mirada al fondo, al espectador de
hoy, de otro mundo. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, septiembre de
2014.
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