
Siempre me gustaron las ventanas, abiertas o cerradas, para mirar desde
dentro o para ver desde fuera. Estas pretendían ser simétricas. Es imposible. Las
sombras lo desmienten, las flores también, hasta la pared que se arruga según
le dé. Y qué decir de las piedras, incrustadas y de colores, diversas como la
realidad. Pero a primera vista el cerebro se confunde. Es Vírgala, provincia de
Alava, un verano en el que salía el sol a veces.
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