domingo, 13 de julio de 2014

tarde de niebla



Niebla es sinónimo de humedad y frío. Era domingo, 25 de noviembre del 73, tercera división, el pozo, Mendizorroza el escenario. Hay días en los que los refranes no se cumplen, mañanitas de niebla, tardes de paseo. No valió ese día. Tarde de niebla, nunca levantó, quizás el lunes, tras pasar la noche que por horas oscureció ese día todavía de Otoño. El árbitro debió de dudar, los aficionados menos, yo al menos, y mi padre, quizás le convencí yo. Iríamos en coche y aparcaríamos en la explanada del campo, el estadio. 
Y ya dentro el miedo de que salga el colegiado a inspeccionar y diga que no, que todos a casa. Se veía la mitad del campo desde la tribuna gol de Cervantes y apenas. El árbitro se lío la manta y decidió seguir, y salieron jugadores, unos vistos, los locales, y otros no. El rival, el Getafe, hoy de primera, entonces compañeros de divisiones lejanas. Sombras parecían, fantasmales, cuando mas o menos hacia la mitad del terreno de juego se vislumbraban figuras que querían avanzar hacia esta portería pero el rival no les dejaba. Volvían a enterrarse en la niebla. Y así transcurrió todo. Se oía mas que se veía, se oían los gritos de emoción y gol, allí enfrente, y se celebraba con retraso, algún gol pilló en nuestra área, y esta vez fuimos mensajeros de la alegría, ganó el glorioso por cuatro a cero. Nunca lo olvidaré. Único, épico, adjetivos de fútbol. Era sólo un encuentro de tercera, de un equipo de ciudad de provincias, el Deportivo, el Alavés, el Glorioso, el himno, los puros, el olor de la tribuna, la gente que llega, las almohadillas azules, los fotografos, los gritos, los insultos, el sonido del balón al ser golpeado, las faltas al borde del área, las que metía Ciaurriz, las carreras de Frechilla, las jugadas en el área donde sólo podía pasar que entrara el balón, la red que se mueve, la realidad del gol, tras la red, nosotros, todos, gritando, ya de pie, gol, el grito, el carnet en el bolsillo de mi padre, que no se pierda, hay que volver, en quince días, eso si no hay copa, dos semanas de espera y a seguir la radio y la prensa que jugamos fuera, es tercera, y se sigue la primera en el marcador simultáneo, y la segunda, sinónimo de quiniela y a veces surge un oohhhh, algún gol sorpresa, el operario también se equivoca a veces y cambia el marcador, lo dice el de la radio de al lado, oreja aplastada. Muchos domingos, yo sentado, viendo el verde que hoy es mas verde que nunca. Los largueros mas blancos que nunca, tardes de domingo, cuatro y media. Mi padre al lado, de vuelta a casa. La tarde de domingo nunca volvió a ser lo mismo. Tengo el carnet en mi mano, continuará.

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