domingo, 13 de julio de 2014

luz



El sueño como refugio o exaltación del deseo, escenas confesables o inconfesables, siempre sorprendentes, a veces deliciosas, a veces veloces y raudas, agitadas. Paseemos por las calles, de Madrid, y vayamos al palacio de Correos, a la vista de la diosa, allí, exposición gratuita, varias, una de ellas con obras de El Greco, pintadas por artistas con síndrome de Down, y repito, artistas, porque lo es quién se aventura en terrenos nuevos, toma lienzo o papel, y pinceles o lápices y da rienda suelta a sus manos, que guían trazos y mueven mezclas y acaban pintando algo que nos llama. Las obras se venden, merece la pena ver lo que otros ojos pueden ver. Allí mismo también una Piedad invertida, escultura de Marina Vargas, de color sangre, donde es Cristo el que sostiene a su madre que perdió el corazón, quizás de pena. Hay mas cosas en los pisos de Correos, edificio majestuoso donde pocos se adentran. Paseamos por Chueca después del desfile del orgullo. Se toma el aperitivo en terrazas o bares en mañana de Domingo, y Madrid, aún sucia, parece más viva que nunca. Pasan los días y asistimos a una gala lírica de Zarzuela en la Escuela de Música de Alcobendas, cuatro interpretes y un festival de romanzas y dúos que alborotan a los espectadores, y los mayores, que son mayoría, jalean con aplausos y bravos; me los imagino en sus años mozos escuchando estas obras y enamorándose con sus melodías. Sobresale Rosa Miranda, que canta con voz que parece de otro mundo, y además actúa y llena el escenario, también con su belleza. Hora y cuarto de espectáculo, también gratuito, y al día siguiente nos vamos a Pedraza con unos amigos, y nos encontramos que lo mismo han pensado otros miles, la mayoría seremos madrileños, habrá algunos segovianos, y existe un motivo, y es que celebran la noche de las velas, y cientos de estas iluminan el pueblo, que ya es coqueto de por sí, pequeño y empedrado, con plaza de postal y castillo al fondo. Y esperamos que se vaya el sol y se haga la luna, y se encienden velas y se apagan para volver a encenderlas, y se fotografía todo y nada a la vez, las velas, los patios, los jardines, las parejas. Los trípodes parecen regalarse, la gente se agacha, se tumba para la instantánea, la luna se convierte en protagonista y recibe tantos flashes que podría quedar ciega. Se vende bocadillo y lata, se hace cola, se anda en procesión, se merienda en césped con hormigas al acecho, los niños juegan con fuego, se harán pis en la cama, se escucha música tras las lonas, se ven las estrellas mas que nunca, se sale con atascos, humanos, y vehiculares, no se ve, se atisba algo del prójimo, velas y mas velas, olores a fuego en algún caso, y mas fotos, y debe de haber otro motivo, o miles de ellos, para llegarnos hasta allí, cada uno tendrá el suyo, y lo dirá o no, pero esa noche es posible que el sueño, siempre el sueño, sea oscuro, y allí al fondo, dirigiré mis pasos, en busca de la luz que siempre nos llama.

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