Vi por vez primera a Barbara Lennie en la serie de TV “Amar en tiempos
revueltos”, y su sola presencia ya llenaba la pantalla. La veo ahora en directo
y ella y su compañero de reparto llenan el salón de la casa. Sí, un salón, como
el de cualquier casa, con asientos alrededor que cubren las cuatro paredes, caben
38 personas, todas en primera fila, en casa vieja de la calle Huertas, de
nombre sugerente, La pensión de las pulgas, allá donde viviera la bella Chelito
hace años. Nada marca en la puerta que allí se haga teatro ni que allí se
represente nada. Quizás sólo las luces vistas desde fuera hagan ver que allí
hay alguien. El atrezo es mínimo, no hace falta más. Y lo que ocurre a la luz
de las tímidas lámparas parece tan real que en un momento dado hasta acongoja
asistir de espectador a la vida de los dos protagonistas. Dos personas, actores,
en busca de camino, con el amor de por medio. Ahí, a centímetros del espectador,
se desarrolla la historia, versión de Lautaro Perotti de un par de obras de Tennessee
Williams (No puedo imaginar el mañana y Obra para dos personajes). Se funde en
negro la sala al acabar. Se hace la luz y escapan los aplausos después, y ya
los actores cambiaron de vida, no parecen los mismos, ella terminó su
sufrimiento y él, Santi Marín, sonríe también después de su soberbia
interpretación de un aspirante a las tablas que tartamudea y que no tiene a
nadie más. “Te amo y tengo miedo”, dice, en un momento, cuando juegan a
escribir lo que sienten, sin más, y lo vuelve a repetir, y de eso va la obra, y
de mucho más, y son sólo 45 minutos, suficientes para expresar todo en poco, y
para descubrir el teatro así, de cerca.
Breve ejercicio para sobrevivir. Dirigida por Lautaro Perotti.
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