domingo, 16 de febrero de 2014

el lobo



Me deja frío la película y no es por la temperatura del local, que tampoco es alta a pesar de que estamos en invierno. No, será un poco de todo. Hacía tiempo que no íbamos al cine. Veo películas en TV, sin anuncios, o de dvd, es decir, selecciono, son cosas de la edad, intentar ver solo aquello que parece que merece la pena. No siempre se acierta. Los críticos tienen cierta culpa de ello. A veces sus referencias son desbordantes. Enseguida se ponen etiquetas, esas que dicen obra maestra, lo mejor en muchos años, u otras por el estilo. Publicidad al fin y al cabo. Ganchos para atraer gente a las salas. Ayer no estaba precisamente vacío. La gente se guarece en sitio cerrado. Pero bueno, los críticos son humanos y como tal tienen gustos propios, convergentes y divergentes. Los entiendo. Yo de pequeño he visto mucho cine, y de joven, y de adolescente. Bueno y malo, pero siempre cine, emoción, tiros, risas, amor, de todo. Me he pasado horas en sesiones continuas o programas dobles. La de hoy dura tres horas. Se me hace excesivo el metraje. Por qué tanto tiempo para contar las cosas. Por qué 1000 páginas cuando bastan 200. Otro factor, que suma o resta según se mire, estoy acostumbrado al ruido. He visto cine rodeado de niños cuando yo era un niño y cuando yo era padre, y creo que los niños eran menos ruidosos viendo Toy Story que algunos adultos de hoy en día, que no evolucionaron y se quedaron atascados en algún punto de su crecimiento como humanos sociables. Hablan y anticipan frases o situaciones. Comentan u hojean el whatsaspp, no se olvidan de él ni siquiera en la oscuridad e iluminan la noche aún mas que la propia pantalla. Y es que a los niños se les puede guiar y reconducir, pero a estos se les puede pedir poco, salvo introducir taquillas para móviles y dejar de vender palomitas o cualquier tipo de comida que degluten como si nunca hubieran comido. Los milagros llegarán antes. Me quedo con DiCaprio, buen actor a mi parecer. Salva la película, historia de codicia, avaricia, dinero, sexo y drogas, ese subterfugio para esconderse de la vida. Basada en hechos reales, el despliegue es exagerado a veces, histriónico otras. Pero bueno, es lo que tiene la publicidad, me dejo llevar por los referentes de pluma crítica. No hay nada como vender bien un producto, vivimos en la época de la venta de todo. No pasaba antes, ni siquiera sabíamos a veces qué echaban en esa sala oscura.  Ponían algo, salía el león y empezaba el espectáculo, y a soñar.
El lobo de Wall Street.

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