miércoles, 7 de agosto de 2013

galicia-julio 2013



Parece mentira pero cuesta encontrar en google una definición para el ave llamada lanzada, tanto que no la encuentro, nada, ninguna referencia, ave que se posa en las rocas cercanas a la playa del mismo nombre, representada en una pequeña escultura en la carretera también. Parece negra y no muy agraciada, una especie de gaviota negra, el hermano feo, quizás. A nadie parece importarle mucho el ave acuática de tal nombre. Nos alojamos en el hotel Nuevo Lanzada, al lado del inmenso arenal. Buen sitio para descansar y recorrer las rías bajas. Galicia es imprevisible, meteorológicamente hablando. No se puede buscar el calor, se encuentran temperaturas agradables pero sin excesos, los días se pueden levantar con lluvia y acabar soleados o al revés. A veces es difícil desprenderse de la camiseta en la playa, el viento sopla, y a veces no se puede bajar. Todo es diferente, tanto como el paisaje, sólo hace falta dejar atrás la meseta llana y seca y adentrarse en valles surcados por carreteras que suben y bajan rodeadas de color verde. Al borde del mar habita la capilla de nuestra señora de la Lanzada, en pequeña iglesia románica del siglo XII, virgen con cara de niña, o muñeca, y famosa por estar asociada a ritos para buscar la fertilidad. Visitamos los principales pueblos de la zona, como O’Grove, Portonovo o Sanxenxo. Este último se lleva la palma en cuanto al ambiente callejero. Mucha gente en cafeterías y restaurantes, plazas y paseo, gente vestida para la ocasión. Al contrario que los otros dos pueblos que aun teniendo una oferta turística importante no alcanzan el nivel de ocupación de Sanxenxo. También visitamos Combarro donde los hórreos al borde del mar son su mayor atractivo. Se quiere vender de todo en sus tiendas de calles minúsculas y se oyen invitaciones a licores y vinos. El pulpo está bueno y se paga. También Cambados donde se celebra la feria del Albariño y el pueblo se prepara para las fiestas, puestos de venta que se montan en paralelo al mar y los africanos que duermen en tiendas en una esquina de la playa donde no se prevé que llegue la marea. Pasamos en coche a la isla de la Toja, remanso de paz y lujo al alcance de pocos. Visita fugaz a Pontevedra, que merece más tiempo para visitarla con calma y sosiego. Lo demás son paseos, playas, piedras, rocas, peces, cangrejos, móviles en la playa, esa novedad tecnológica, dentro de poco veremos a la gente bañándose con ellos, recuerdos de antaño, y paciencia para adaptarse a las nuevas circunstancias. Ya lo decía Dylan, los tiempos están cambiando.

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