Parece mentira
pero cuesta encontrar en google una definición para el ave llamada lanzada,
tanto que no la encuentro, nada, ninguna referencia, ave que se posa en las
rocas cercanas a la playa del mismo nombre, representada en una pequeña
escultura en la carretera también. Parece negra y no muy agraciada, una especie
de gaviota negra, el hermano feo, quizás. A nadie parece importarle mucho el
ave acuática de tal nombre. Nos alojamos en el hotel Nuevo Lanzada, al lado del
inmenso arenal. Buen sitio para descansar y recorrer las rías bajas. Galicia es
imprevisible, meteorológicamente hablando. No se puede buscar el calor, se
encuentran temperaturas agradables pero sin excesos, los días se pueden
levantar con lluvia y acabar soleados o al revés. A veces es difícil desprenderse
de la camiseta en la playa, el viento sopla, y a veces no se puede bajar. Todo
es diferente, tanto como el paisaje, sólo hace falta dejar atrás la meseta
llana y seca y adentrarse en valles surcados por carreteras que suben y bajan
rodeadas de color verde. Al borde del mar habita la capilla de nuestra señora
de la Lanzada, en pequeña iglesia románica del siglo XII, virgen con cara de
niña, o muñeca, y famosa por estar asociada a ritos para buscar la fertilidad.
Visitamos los principales pueblos de la zona, como O’Grove, Portonovo o
Sanxenxo. Este último se lleva la palma en cuanto al ambiente callejero. Mucha
gente en cafeterías y restaurantes, plazas y paseo, gente vestida para la
ocasión. Al contrario que los otros dos pueblos que aun teniendo una oferta
turística importante no alcanzan el nivel de ocupación de Sanxenxo. También
visitamos Combarro donde los hórreos al borde del mar son su mayor atractivo.
Se quiere vender de todo en sus tiendas de calles minúsculas y se oyen invitaciones
a licores y vinos. El pulpo está bueno y se paga. También Cambados donde se
celebra la feria del Albariño y el pueblo se prepara para las fiestas, puestos de
venta que se montan en paralelo al mar y los africanos que duermen en tiendas
en una esquina de la playa donde no se prevé que llegue la marea. Pasamos en
coche a la isla de la Toja, remanso de paz y lujo al alcance de pocos. Visita
fugaz a Pontevedra, que merece más tiempo para visitarla con calma y sosiego. Lo
demás son paseos, playas, piedras, rocas, peces, cangrejos, móviles en la
playa, esa novedad tecnológica, dentro de poco veremos a la gente bañándose con
ellos, recuerdos de antaño, y paciencia para adaptarse a las nuevas
circunstancias. Ya lo decía Dylan, los tiempos están cambiando.
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