domingo, 23 de junio de 2013

sevilla-el salvador


Dicen que parte de la Iglesia del Salvador se derrumbó el día de su inauguración. No queda claro en cuál de ellas. Vemos los monumentos como si hubieran estado así desde el primer día y nada más lejos de la realidad. Piedra sobre piedra, parche sobre parche, todo está mezclado, las obras se trasladan, se pierden, las estructuras se modifican, las capillas se convierten, en fin, dinamismo en lo que aparece hoy, día de nuestra visita, como algo estático, en un recinto que ha sido utilizado por múltiples religiones. La primera impresión es espectacular,  iglesia ampulosa y rimbombante, barroca en una palabra. Gran templo con mucho que ver y con paneles explicativos muy completos complementados por la audioguía. A reseñar una talla de la Virgen de la Merced, del siglo pasado, 1966, Sebastián Santos. Un poco más atrás en el tiempo, J. Tovar Villalba, 1911, pinta un cuadro de San Carlos Borromeo con los apestados de Milán, epidemia ocurrida entre 1576 y 1577. Más atrás todavía llegamos a una de las obras cumbres del templo, el Cristo de Pasión, de Juan Martínez Montañés, 1619, Nazareno de cedro que procesiona el Jueves Santo.  Pasando a la sacristía aparece un enorme cuadro del siglo XVII, anónimo, que textualmente cita: El señor San Millán de la Orden de San Benito en la batalla de Simancas mató 80.000 moros. El señor en cuestión monta caballo blanco, muestra una avanzada edad, su barba es blanca y blande espada y estandarte cruzado. Otro cuadro de gran tamaño llama la atención, la Magdalena de Pedro de Camprobín, 1633, muestra una figura reclinada, pensativa o durmiente. Cercano aparece un cuadro a blanco y negro de un Cristo yacente del que no hay información. Y de nuevo otra gran obra, un óleo sobre tabla, anónimo flamenco, 1600, que representa a un Ecce Homo de medio cuerpo escoltado por dos figuras. Seguimos descubriendo artistas, esta vez, Juan de Mesa, discípulo de Montañés, murió joven, a los 44 años, pero dejó un importante legado artístico, como este Cristo del Amor, talla de 1618. Flanqueando al Cristo encontramos una preciosa Virgen del Socorro, dicen que puede ser obra de Mesa también, aunque ha sufrido numerosas modificaciones, atribuyéndole otras fuentes el ser una obra anónima sevillana del siglo XIX. Entre medias de lo anterior multitud de obras. Y a la salida de la interesante visita me pregunto si la escuela sevillana de escultores llegó a coincidir alguna vez con la escuela castellana de Gregorio Fernández, incluso si conocían su existencia mutua. Reposamos a la sombra mientras un limpiabotas hace su trabajo y da lustre a las botas de cuero de un extranjero que nunca llevará su calzado tan pulcro. De paso, el trabajador, que dice que lleva 30 años haciendo lo mismo, se toma una cerveza a la salud del cliente, tras una conversación entre dos personas que no hablan el mismo idioma. Hacia el otro lado, la visión de la fachada salmón, dorada por el sol, nos devuelve a la ensoñación de otro tiempo.

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