sábado, 22 de junio de 2013

sevilla-día 2

Después del chocolate con churros empezamos el camino, día 2, y los pasos nos dirigen por calles estrechas que desembocan en la plaza del Salvador presidida por la iglesia del mismo nombre de fachada salmón de gran belleza. El centro de la plaza lo ocupa una escultura de Juan Martínez Montañes, escultor jienense (1568-1649), perteneciente a la escuela sevillana y que nos ocupará más adelante. Se suceden plazas y callejas, la Giralda que todo lo ve, rincones por doquier, coches tirados por caballos relucientes con cocheros que ofrecen el paseo, y poco a poco sube la temperatura. La antigua fábrica de tabacos alberga la universidad que da sus últimos coletazos. Aprieta el sol y el patio resguarda a fumadores y porretes. Son las once de la mañana, será momento de evasión o incentivo para el examen. Afuera el chatarrero prosigue su cántico y retira hierros viejos, y los turistas van y vienen en busca de novedades. Enfrente de la universidad destaca el hotel Alfonso XIII, colosal edificio destinado a otro perfil de turistas y celebridades. Llegamos a la imponente Plaza España con sus mosaicos provinciales, objeto de múltiples fotos y poses. Los puentes sobre un canal finito tienen ese aspecto curvado tan veneciano. Los vendedores de abanicos (two for five) copan el comercio. En un momento dado todo parece detenerse, me siento y la figura estática, inmóvil, espera una moneda. El vendedor de abanicos parece dejar su cantinela y la señora que ofrece postales en acordeón ya parece parada, pero no se detiene el agua que brota, que sube y baja, ni el día ni las nubes que atemperan el sol. De repente la moneda hace que la figura se mueva y entone Granada ante la sorpresa del donante. En la plaza, antigua sede de edificios administrativos se encuentra el museo Histórico Militar, gratuito, de rápida visita, donde puede verse parte de la historia militar de la ciudad, además de la escribanía y el teléfono de Queipo de Llano. Escondidos aparecen dos cuadros de cuerpo entero del antes citado y de un joven Franco, obras de Alfonso Grosso. La plaza se abre hacia el Parque de María Luisa que destaca por su frondosidad. Descubro el árbol de las lianas, de enrevesados y grandes troncos, que se asemejan a brazos de los cuales surgen conjuntos de dedos hundiéndose en la tierra. Las copas son enormes y proporcionan abundante sombra. El entorno se va llenando de palmeras y otras especies y las aves voladoras cantan en su ininteligible vehículo de comunicación a través del verde que lo inunda todo. Paseamos hasta el museo de costumbres populares y un grupo de unas veinte palmeras americanas y estilizadas se dibujan sobre el cielo azul, puro espectáculo californiano. En otro rincón del parque decenas de palomas siguen a la señora que extiende sus brazos para que se posen las aves blancas. Los niños se mantienen a la expectativa pero asustados y el señor del carrito vende alimento para las voladoras. Prohibido ahuyentarlas, reza el cartel. Cerca se encuentra el Palacio de San Telmo, sede de la presidencia de la Junta, antiguo edificio que en uno de sus lados alberga en la azotea las estatuas de doce ilustres sevillanos. Me quedo con la de alguien que porta a otro en brazos. Luego descubriré de quién se trata.

Nos adentramos en el barrio de Santa Cruz que recibe con otro inmenso mosaico de azulejos que representa al Cristo de la Misericordia de la Hermandad de la Santa Cruz. Se antoja turística la entrada elegida, y el merchandising hace su aparición. Comemos en El Librero, con trato amable y menú frugal pero agradable. El local hace el resto, estrecho y coqueto, decorado con gusto y sencillez. Los pasos nos llevan por vericuetos y de repente el barrio deja de ser tan de postal y aparece una calle repleta de pensiones y apartamentos en casas antiguas de paredes coloridas y patios frescos y verdes.

Hay otro tipo de Iglesias en Sevilla, alejadas de fama y turismo, con otro tipo de devoción, donde las hermandades o las procesiones parecen más alejadas. Un ejemplo es San Bartolomé, donde un señor nos cuenta cosas sobre la parroquia y la labor que desarrolla. Se está tranquilo y puede uno reposar el pensamiento. Una imagen de la Dolorosa, Nuestra Señora de la Salvación, o “Estrellita de San Bartolomé”, bien merecería salir en procesión. Habita al lado de la talla del Cristo de las Ánimas al que escoltan dos de estas en llamas.

Después de más visitas, San Salvador y Hospital de la Caridad, es hora de reponer fuerzas, y de nuevo en la zona de la Alameda topamos con Los Alcores-El eneldo (plural de alcor, collado o colina) donde las carrilleras de cerdo al eneldo son sobresalientes.

No hay comentarios: