sábado, 10 de noviembre de 2012

Lisboa



Finales de Noviembre del 99, tres noches en Lisboa. Viaje en avión, para cinco, y gratis, producto de los puntos acumulados tras multitud de viajes de empresa con Spanair, hoy desaparecida. Primer viaje en avión para Edu y Ander. Bonita ciudad donde ya se cantaban villancicos en plena calle y donde las castañas de los puestos callejeros tenían un empolvado blanco. Andamos y andamos hasta que mi pie dijo basta, no por nada, sino por uno de esos gajes del destino. Era el penúltimo día, antes ya habíamos subido y bajado cuestas, hasta el castillo y hasta el mar, en ascensor o no, y habíamos visto calles antiguas y mosaicos de azulejos azules preciosos, comido en tasca curiosa y también en McDonalds portugués, y todo estaba bien, y ese otro día nos acercamos a Belem, y después de ver la famosa torre de Belém nos acercamos al Monasterio de los Jerónimos, no entramos, estábamos sentados allí afuera y de repente Eduardo dice que quiere agua y como ya se sabe que los deseos de un niño de cuatro años enfadado no deben ser órdenes inmediatas aguantábamos estoicamente el chaparrón de llanto. Y probablemente se revolcaría por el suelo para acentuar su enfado y su necesidad de agua. Y así hasta que pasado un tiempo decidimos hacerle caso y dirigir los pasos hasta la tienda. Y claro, no sé por qué, él no quería andar, así que acabó en mis brazos, y al cabo de unas cuantas zancadas acabamos por el suelo, los dos, yo gritando por el dolor en mi pie doblado, y él,…, lo siento, no me acuerdo, es egoísmo, pero creo que dejó de llorar,.... Encontré una de esas zonas donde el suelo se ha hundido, son habituales en Lisboa y parecen indicar una naturaleza blanda del terreno, y claro, mi pie esperaba suelo y encontró vacío hasta que tocó el firme un poco más abajo pero lo suficiente para que el esguince ya estuviera hecho. Y así, tras comprar el agua, acabamos pidiendo información a Sanitas sobre cómo ser asistido de mi pie que ya era más bota que pie. Acabamos en un hospital donde costó encontrar alguien que entendiera o hablara el inglés. Hubo radiografía, espera y vendaje opresivo, y a casa, al hotel, donde pasé la tarde tumbado con hielo y antiinflamatorios. Ya éramos dos cojos, Ander con su aparato de ortopedia y yo. Al día siguiente no me resistí a dejar Lisboa tras la ventana del hotel y me arrastré por las calles para ver algo más, apoyado en la sillita de niño. Si empeoré el esguince nunca lo sabré. Pero mereció la pena, por muchas cosas, pero recuerdo una, en la FNAC descubrí a una cantante de fados de la que compré un CD y a la que todavía sigo en su ya larga carrera. Se llama Mafalda Arnauth. Por lo demás las fotos muestran cielo azul, plazas con palomas y vistas de tejados desde las posiciones altas de una ciudad que después tuve la oportunidad de visitar por motivos profesionales pero con casi nula dedicación a nada que no fuera trabajo y/o cenas, así que hay deuda pendiente para volver.

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