miércoles, 14 de noviembre de 2012

cuidados



La realidad supera a la ficción o a veces a la propia realidad, hay escalas dentro de lo que sucede, sucedió o sucederá de verdad y el sufrimiento no tiene límites. Hace un par de días vi la película Intocables, del año 2011, (en España le quitaron la s y se estrenó como Intocable, maldita manía de cambiar las cosas), la maravillosa historia de un tetrapléjico y su cuidador, basada en hechos reales, la película francesa hace honor al cine y a la vida, sólo que la vida a veces es cruel y no admite dulces ni edulcorantes; estos días la prensa relata el caso de una anciana y su hija discapacitada encontradas muertas en Astorga. La anciana sacó a su hija de la residencia porque quería cuidar de ella, y encontraron la muerte. Quizás ella no debió de sacar nunca a su hija de allí, quizás se sentía sola o quizás era su única razón para vivir, sin darse cuenta de que su muerte acarrearía la de su hija ciega. Pero no hubo acuerdo entre los servicios sociales y ella, no hubo lucidez por parte de una señora ya mayor, la justicia que buscaba la incapacidad es lenta, cúmulo de circunstancias, todo para llegar a esto. Maldita existencia. No tiene otra palabra, o par de ellas. Por eso, el buen sabor de boca del cine se disipa, y se olvida la música que suena, los violines no surcan el aire, el cine no deja de ser evasión y olvido de lo que pasa, por mucho que nos metamos en la historia, siempre llegará el final tras noventa o cien minutos, y las luces se encenderán una vez más para ver que la ceremonia de la confusión sigue y que nuestra oscuridad hace que tardemos en enterarnos que alguien cercano, aunque se llame vecino, de ahí enfrente, se ha muerto hace días en la soledad de su vivir.

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