domingo, 11 de diciembre de 2011

Novalis

No llego al cielo, demasiado alto, no es azul, es gris, las nubes bajas, casi niebla, se palpan las pequeñas gotas. Unos lo ven azul y otros lo ven lleno de almas, hay quien lucha por la tierra y lo que le rodea, se celebran cumbres contra el calentamiento, donde el acuerdo se logra y no se cumple. El fin de semana se llena de reuniones, la del euro, la de la salvación de todos o nuestra perdición comunitaria. No entiendo de velocidades ni de núcleos duros o blandos, ni de fracturas, se me escapa de las manos eso que dirigen los humanos. No lo olviden, no hay nadie ahí afuera, extraterrestre, dirigiendo la economía mundial o las agencias de calificación de difícil nombre. Son humanos, que comen, duermen y se cepillan los dientes. Será que no quiero entender, será que hay seres que viven de la usura y son avaros, avariciosos como los viejos de nariz curva de los cuentos, lucrándose a cuenta de todos. Y mientras, China se lanza al rescate, y las monarquías feudales del Golfo, y entonces la democracia se echa en los brazos de la dictaduras, y ya mi entendimiento dice basta. Yo sólo quería tocar el cielo. Y a veces es fácil, un paseo y un buen bocado. En el siglo dieciocho no existía el riesgo ni su prima. Y Novalis, poeta alemán, ya sabía de qué iba la existencia: “Es tocar el cielo, poner el dedo sobre un cuerpo humano”.

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