domingo, 20 de noviembre de 2011

sombras sobre el Hudson

¿Para qué nos habrá dado Dios emociones, si debemos controlarlas continuamente?
Ética (Spinoza)
Dice el autor por boca de uno de los personajes que existe algo más fuerte que el amor, y la culpable es la pereza. El arranque de la novela es sorprendente, al igual que el nudo, largo y anudado, lleno de recovecos por los que transitan los diferentes personajes, la mayoría judíos, atormentados por el todavía reciente holocausto, imprevisibles en su búsqueda de la felicidad, dudando si acudir a Dios o al diablo, con la religión al acecho, como premio o castigo, con miedo a no seguir los pasos de los antepasados (para aquellos que escaparon con vida de Europa), pero con indiferencia ante la fe de sus ancestros por parte de los más jóvenes, los que consideraban que Estados Unidos era el comienzo de algo nuevo. El sentimiento de culpa constante planea sobre la mayoría, culpa que atenaza y que hace perezosos a los que tienen miedo a moverse de su sitio. Otros se olvidan de la culpa y se lanzan al torbellino del amor y sienten compasión, desde un autobús, de “los que se quedan en la ciudad sin un gran amor capaz de trastocarlo todo”. Las revueltas emocionales tienen billete de vuelta, mientras algunos actores se toman demasiado en serio porque Dios planea sobre sus cabezas. Y llega el desenlace, brusco aparentemente, el nudo podría haber seguido, algunos personajes ya están cansados, su peregrinaje ya ha acabado, unos descubrieron el eje de su vida, otros se arrepienten, ley de vida. Tan real como el aire, no olvide su lectura.
Sombras sobre el Hudson (Isaac B.Singer) 1957-58

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