domingo, 30 de octubre de 2011

una hora

Nos regalan una hora indefinida, minutos en la pasada madrugada que se han podido llenar de sueños e ilusiones, hasta de máscaras de muerte y calabazas naranjas que celebran que sigue existiendo una barrera, un mundo insondable entre vida y tumba. Algunos los habrán llenado de amor, de batalla que empieza a las dos y acaba a las dos, orgasmo de segundo. También de transporte a regiones prohibidas o de amores que confunden y ponen a prueba a la conciencia. Y por qué no, de vida, de nuevas, que nacen alejándose de la oscuridad del vientre materno, buscando la luz, sin saber que alguien atrasa las manijas del reloj, y por qué no, también de muerte, de agonía que se resuelve en escasos segundos, liberando el sufrimiento. Minutos y segundos que desaparecieron oficialmente de repente, al toque triple de campana, pero vividos, eso sí, unos en sueño y dormidos, otros en vida y despiertos.

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