domingo, 18 de septiembre de 2011

los lunes al sol

El impuesto sobre el patrimonio trae cola, gusta a unos, disgusta a otros. Normalmente se sabe a quién no gusta, a los que tienen patrimonio o esperan tenerlo o ansían tenerlo. Descubro una película, ya con años a su espalda. Descubro que es posible plasmar realidad, sin más, con crudeza, como suele ser el día a día en determinadas circunstancias. Y hacerlo bien, no, mejor que bien, excepcionalmente. Debería ser de obligatoria visión para los muchachos del futuro. Y tras una interpretación memorable, uno se queda como queriendo más de este cine. El día a día real de muchos no es como lo imaginaron hace años, es algo diferente, tras el despido o el cierre. Y se convierte en una disputa por vivir y asomar la cabeza entre un mar de problemas, intentando aportar algo a casa, buscando el trabajo ansiado. Y es que esto debiera de ser un comentario sobre cine. Pero no pertenece esta película al género de la ciencia ficción, no hay cohetes ni navegantes interplanetarios, ni monstruos de siete cabezas, aunque éstos habiten entre nosotros, disfrazados de humanos. No, hay negrura y amargura, disfrazada bajo el sol. Y entonces el cine se convierte en arte, y en denuncia, y en escaparate de concienciación. Y por eso, cuesta oír ciertas cosas, cuando los que más tienen quieren más, y no les apetece que les pongan otro impuesto, no, y se quejan, y a mí me duelen mis oídos, por sus quejas repletas de egoísmo.
Los lunes al sol. Fernando León. 2002

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