sábado, 17 de septiembre de 2011

ojos verdes

“En Goya, el soporte creo que no existe” (Ernesto Sábato)
Todo empieza con un pespunte invisible. Sin soporte físico en forma de aguja, alguien parece zurcir la bandera tricolor, acercando y alejando la mano, llevándola lejos, con calma, hasta un punto donde emprende el regreso hacia la tela. Mientras, el público todavía habla y comenta, es el preámbulo, y las luces se empiezan a apagar. Y todo finaliza con la voz, interpretando La bien pagá, rodeada de llantos, emoción y coros. Y entre medias, el espectáculo, dos parejas, más guitarra y piano como escaso e imprescindible soporte. Y durante la obra, pareciera que los soportes de los humanos, esos cuerpos de edades divergentes, no existieran. Y uno imagina que son las almas las que escuchan canciones y voces, se emocionan con gestos y lamentos, con miedos y anhelos ajenos, de actores y actrices que dan vida a lo que en su día fue real. Y el espectáculo se antoja único e irrepetible, es lo que tiene el teatro, o el musical, sólo pasó hoy, y mañana será diferente, y una vez se encienden las luces, el cuerpo vuelve y se reconoce a sí mismo, y qué lástima que lo bueno sólo dure un centenar de minutos.
Ojos verdes. Miguel de Molina in memoriam, con dirección musical de Marc Sambola y Dramaturgia y dirección de Marc Vilavella, representó y representa en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.

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