martes, 9 de agosto de 2011

ny-1

A veces los ordenadores nos complican la vida. Una coincidencia en forma de apellidos, talla, color de ojos, fecha de nacimiento,…., y acabo visitando la oficina de inmigración del aeropuerto JFK de Nueva York. Un par de horas para deshacer lo que los bits hicieron en dos segundos. Y descubro que la vida no es tan fácil para algunos de los que intentan entrar en el país, que acaban esposados, rodeados de agentes de paisano con placa de película. Y un niño grita a su padre, “papi, vamos a recoger la maleta”, y el padre no puede explicarle al niño lo que pasa, y no puede irse todavía porque está aclarando un incidente añejo, donde su amigo fue detenido en el coche en que viajaban juntos. Y el niño se desgañita hasta que se oye el nombre del padre, que ve el sello, la luz y la puerta abierta. Los policías de inmigración pasean su media grande de humanidad con pasaportes en mano, pronunciando, en su mayoría, nombres hispanos con acento americano, y todo porque al final existen los malos. Los que llamándose de forma similar a muchos de los que allí estamos cometieron la palabra maldita, crimen, la que hace que por un rato los malos se salgan con la suya, hacer la vida un poco más complicada a los buenos, y de paso, hacernos desconfiar por un minuto de la eficacia de los ordenadores, los mismos que hacen girar la cinta donde el padre complacerá el grito de su hijo, y la maleta solitaria encontrará finalmente dueño.

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