domingo, 17 de octubre de 2010

sentimientos

Hay palabras que salen inocentes de la boca, como en un programa de adiestramiento de perros, donde una dueña de un can dice: “yo me creía que los perros tenían sentimientos, pero si tú dices que no….”. Sí, sorprende descubrir que hay gente que piensa que los animales superan a los humanos. Hay veces que las palabras inocentes parecen no tener en cuenta los efectos colaterales. Una señora que vive en un pueblo donde unos moteros llegan los fines de semana después de jugarse la vida y poner en peligro a los demás con sus conducciones agresivas, imitando a los de moto GP, dice cabalmente: “le dan vida al pueblo, vienen, almuerzan, están un ratito y luego se van”. Como la vida misma, un ratito por aquí y luego a la nada, bajo o frente a lápidas irrompibles. En una de ellas descansa Juan Negrín López, el último jefe de gobierno de la Segunda República. Su lápida se reduce a unas letras, J.N.L. No quería nada más, ni siquiera flores. Su nieta no le hace caso y las deposita de vez en cuando. Los muertos no protestan. Sin palabras, así se van la mayoría. Negrín lo tuvo complicado, tomó el cargo ya al final de la guerra, tenía las de perder y perdió hasta en la historia. No sé si se sentía patriota pero sí sé que quiso hacer algo por alguien. La patria celebró el pasado martes una nueva fiesta. Un nuevo desfile en Madrid y una persona del público declara que hay que ser patriotas. Lo de ser patriota es como amar, envidiar, odiar o compadecer, es un sentimiento que no se puede imponer. De nuevo abucheos a Zapatero, elegido por el pueblo. Falta de respeto a las ideas y a la palabra, y a los millones de votantes que le otorgaron su confianza. Palabras que se estrellan contra la coraza de unos políticos que lo llevan en el sueldo, eso dicen. Palabras no inocentes que hacen daño a los oídos. Respeto por encima de patrias, planteo yo. Decía Forrest Gump: “Yo no sé nada de casi nada”. Yo tampoco.

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