domingo, 26 de septiembre de 2010

dolores

Madrid vuelve a ser tomada por los corredores. Más de 10.000 personas trotamos por el centro de Madrid, libre de coches por una hora, en una mañana soleada de otoño. Una serpiente multicolor que sube Gran Vía soplando y respirando, que esquiva bolardos en Callao y Preciados y que se topa con las inevitables obras en Opera. Ya sé con quién corro. Amiga íntima, se llama dolores. Su presencia suele ser inoportuna, afortunadamente pasajera, delata su presencia en sitios insospechados, allí donde nunca sentiste la existencia de músculo o hueso, de mañana o de tarde, incluso de noche, en calentamientos o en carrera; amiga íntima a la que nunca se añora ni se echa de menos. ¿Hasta cuándo se puede correr?, se preguntan algunos. Hasta que la dolores minúscula se haga mayor, la d y la o se confundan en su crecimiento, la l aspire a llegar al cielo, la r se haga mayúscula y te atrape en su laberinto, y la e crezca para arrástrarte al sofá que comienza por s. Mientras, las calles me seguirán viendo esquivar a las minúsculas letras que se afanan en perseguirme por más que acelere.

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