domingo, 1 de agosto de 2010

el antónimo de aprecio

La prensa ofrece lo siguiente: el sabio, chamán o guía espiritual del presidente de Bolivia, Evo Morales, es detenido por narcotráfico ante la sorpresa de muchos de sus compatriotas. Siete de cada diez controladores aéreos que estaban de baja en nuestro país, no pasan la inspección médica, es decir, tienen que volver a trabajar. El dueño del Hércules Club de fútbol, supuestamente implicado en un intento de compra de partidos para que su equipo suba a primera división, lo que finalmente logró. Veo salir de la cárcel al jefe del clan de los charlines, narcotraficante, y siento desprecio por él. Ni siquiera su edad suaviza mi reacción. Hacía tiempo que no me pasaba algo parecido. Hace años, compraba el ABC los jueves, para leer la tercera página, donde escribía Julián Marías, uno de los grandes pensadores de este país. Busco y encuentro un artículo suyo de aquella época, enero de 2001. Se titula desprecio y empieza así: “Mi resistencia a despreciar a las personas es casi invencible,…, pero hay conductas que podríamos llamar parcialmente despreciables, y sería un gravísimo error no reconocerlas…”. El desprecio del que habla Julián Marías es el desprecio a la mentira, “…. permitirla es destruir la convivencia,…”, concluye. Todos esos ejemplos del principio, con diferentes grados de engaño, pero con responsabilidad individual total en cada caso, crean también diversos grados de desprecio, lo siento, no lo puedo remediar.

No hay comentarios: