sábado, 13 de febrero de 2010

sacramento

Fue el año pasado, olvidamos rápido, agresión a Berlusconi, su popularidad sube tras el golpe. Entre un 20 y un 25 por ciento de sus compatriotas aprueba el gesto violento, nuevo mazazo, esta vez al sistema, a la humanidad. Alguien pensará en revanchas, en que el gobierno italiano tiene que pagar sus tropelías, en que él, Berlusconi, se ríe del pueblo, pues puede que sí, pero está ahí elegido, con votos y urnas, Italia no es un país sospechoso de fraude. Por eso hay que pagar con otras monedas, hay que pagar con votos, con afluencia masiva, nunca con violencia. En el país de la Iglesia por antonomasia, reduzcamos los mandamientos a uno, independientemente de Dioses, religiones o profetas, ama al prójimo como a ti mismo. No hay más, ahí se debería acabar el discurso y la misa, pero sigamos con misas y hablemos de sacramentos. Decía Unamuno, léalo por favor, asombroso, “… no he querido más que,…, verter,…, el sacramento de la palabra”. La palabra como arma, como único sacramento de una humanidad a la que los dioses se le quedan pequeños o lejanos.

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