jueves, 4 de junio de 2009

entre hastíos y repartos

Llega la hora de las elecciones europeas. Y con ellas las promesas de cambio. Y con ellas la decepción en los votantes. Entiendo al posible votante que no quiere acudir al colegio electoral. Entiendo su hastío y su enfado por recibir más de lo mismo durante la campaña. Pero no lo comparto, votar es lo único que nos queda aparte del pataleo. Y el pataleo vale para poco. Así que si alguien lee esto antes de las ocho horas de la tarde del domingo 7 de junio, acuda a votar. Su conciencia y su corazón se lo agradecerán. Usted habrá dejado hecho parte de su trabajo de ciudadano. Decía que entendía el hastío porque los titulares de la campaña entre los dos grandes se deslizan a veces hacia el esperpento. Sobre los grandes temas se suele pasar de puntillas. El periódico El País expone gráficamente el gasto sanitario por habitante en Europa. No salimos bien parados. A la cola de los grandes de Europa, ahí es donde se encuentra España. Eso explica lo que sucede diariamente en nuestros hospitales, con colas para todo, citas, operaciones, diagnósticos y demás. Un ejemplo real de hace poco, visto y oído de cerca, dos meses y medio para un scanner, prueba de diagnóstico clave para quizás llegar a tiempo a salvar la vida. Los dos puntos claves para la mejora son una mayor inversión y una mejor gestión de esta. En cuanto a la gestión, no creo que seamos menos espabilados que los que nos rodean. Así que centrémonos en la inversión, la que parte de un fondo común de ingresos que hay que repartir. Ahí está la clave, en el reparto, o quizás antes, en el dibujo o en la foto global de lo que queremos para el país, para la autonomía, para la ciudad, etc.… Por ejemplo, aquí tenemos una extraña obsesión por organizar grandes eventos deportivos, demasiado a menudo. Buscamos con ahínco mundiales, europeos, olimpiadas, creando, entre otras tantas cosas, instalaciones que sabemos positivamente que luego no son accesibles al gran público. Gastamos dinero en visitas, presentaciones y grandilocuentes cenas para convencer a los insobornables jurados, que no acompasan el ritmo de austeridad obligada que acompaña a tantas familias. Por si fuera poco, nos vamos de maniobras a Santander para celebrar el día de las fuerzas armadas, desplazando a miles de soldados allí. No importa el gasto o no parece importar. Celebre usted la festividad de otra forma, más austera. Son sólo un par de ejemplos, habría más, con tendencia al infinito. En algún momento de mi vida me he perdido algo, algún discurso, posiblemente, donde explican que palabra y obra no es obligatorio que vayan de la mano. Por favor, vote.

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