viernes, 29 de mayo de 2009

equilibrio

Al final, gracias a un amigo, apareció la convocatoria de huelga de la que yo desconocía su existencia. El objetivo de la protesta es la mejora de la educación pública. Yo apoyo la mejora de la educación pública, quiero que se convierta en la garantía de la igualdad de oportunidades para los primeros años educativos (afortunadamente, según los últimos estudios, la educación universitaria pública gana por goleada en calidad a la privada, excepto el feudo navarro del Opus Dei. Por cierto, para la reflexión, alguna enseñanza se podrá extraer de ahí, ¿no?) Pero el problema es que muchos no van a llegar a disfrutar de la calidad de esa educación superior porque el camino tiene trampas, baches y socavones donde caen nuestros hijos y de donde a veces no se puede salir. Efectivamente, está garantizado el derecho a la protesta, pero hete ahí que al final, el que más sufre los embates de la protesta es el propio alumno, que pierde horas de clase, que sumadas a las perdidas por otros conceptos le hacen al final caer en la confusión y sacar una idea global de descontrol en su educación. Debemos trabajar para encontrar el equilibrio que permita seguir intentando educar en calidad, a pesar de los pesares y a pesar de lo que nos niegan los que mandan. Equilibrio entre acción y reacción, entre protesta y logros, entre protesta y efectos no colaterales, sino frontales. Equilibrio para no alterar el funcionamiento de lo que yo considero un servicio público básico. Equilibrio para encontrar otras fórmulas de protesta, por ejemplo, siempre nos quedará la urna, aunque las proyecciones apunten a más de lo mismo en la Comunidad de Madrid (habrá que movilizar a los que nunca votan). Me reafirmo, la educación interesa menos que proclamar a Madrid sede olímpica, y en resumen, equilibrio para que los niños no pasen a engrosar las filas de los que piensan que lo público es malo. Dice la web que lo sabe todo que la famosa huelga a la japonesa, “daño” a la empresa creando un exceso de producción, es una leyenda urbana. Sea lo que sea, a veces sueño con mundos utópicos donde seamos capaces de “morir en el intento” haciendo huelgas japonesas, dejándonos la piel en nuestro trabajo, contra viento y marea. Imagínese usted que por un día TODOS ponemos nuestra mejor sonrisa y toda la piel en el asador y como consecuencia, todos nuestros “públicos hijos” aprueban, los públicos presentamos mejores expedientes en selectividad y los niños despiertan al ansia de conocimiento, al ansia de ser ciudadanos de verdad, de esos que están comprometidos con la sociedad, etc.,…, imagine por un día que encontramos el equilibrio que nos permite dedicarnos en cuerpo y alma a ellos, pensando que son el futuro. Somos adultos los que estamos en la batalla, y los adultos tenemos un problema, inherente a nuestra condición, hemos vivido mucho, llegan años en los que a muchos nos empiezan a faltar las fuerzas, no tanto físicas como de espíritu, se agolpan las desilusiones por doquier, sinónimo de ausencia de ganas, de motivación, de esfuerzo, todo lo contrario a luchar hasta la extenuación, a proseguir el camino,…. No seré yo quién arroje la toalla, al púgil todavía le queda resuello.

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