viernes, 17 de abril de 2009

un gesto

Ambro todavía veía y caminaba, todos los días. Los vio, sentados, en banco de piedra, en una acera, rodeados de coches y bocinas, chico y chica, chillaban o hablaban alto, y se acercó con paso tranquilo. Llevó sus dedos a sus oídos y cesó el ruido; sólo la melodía de una canción transportaba su cerebro a donde él quería estar, inmune al espacio y al tiempo; ya delante de ellos, ellos interrumpieron su conversación y él giró su cara hacia Ambro; le hablaba, le miraba a los ojos, gesticulaba, pero Ambro sólo veía sus labios moverse y no entendía nada. Ambro miró a la chica y percibió el silencio. Sus labios quietos y serenos le transportaron a otra época.

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