jueves, 23 de abril de 2009

cambio

Nos pasamos la vida pidiendo el cambio, el cambio que transforme el mundo, y ya lo han dicho y vivido muchos compañeros de viaje antes que nosotros, cámbiate a ti mismo antes de nada. Eso cuesta tiempo, que no dinero, por eso es ideal para los tiempos de crisis. El tema, como todo en la vida, es querer, desear y anhelar cambiar, y a ser posible para mejor.
La pena es encontrarte gente que dice que se mantiene inalterable, cual compartimiento estanco, donde nada entra ni sale, negando el cambio personal, cuando negarlo es negar la propia vida y negar la vida es morir de inanición. Cambiamos en cada despertar, en cada amanecer y en cada anochecer, cambiamos cuando escuchamos al otro, cuando asistimos mudos a un espectáculo o cuando hablamos a nuestros hijos. El problema es no aceptar el cambio, no aceptar que no somos como hace veinte años, pero nadie se suele acordar del pasado, sí de cómo era, hay fotos, pero no de lo que pensaba exactamente sobre ciertos temas o de cómo reaccionaba ante ciertas cosas, será bueno darle gracias a Dios por esta amnesia.
Trisha Meili practicaba deporte por Central Park en Nueva York, hace 20 años, cuando fue brutalmente violada y golpeada. Con lesiones cerebrales, le costó engancharse a la vida, tanto que tardó catorce años en hacer pública la relación entre ella y esa noche de la que la amnesia la ha apartado. A la pregunta de si su vida volvió a la normalidad, responde hoy en día que “la recuperación nunca se para, siempre estamos cambiando”. Lo normal es el cambio, lo anormal es no reconocerlo.

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