viernes, 1 de mayo de 2009

en el aire

Es difícil esconderse en el aire, al revés que en tierra, donde los niños que gustan de jugar al escondite desaparecen para aparecer de nuevo, riéndose de la vida y del buscador.
Salvo que haya niebla es difícil que alguien no te vea cuando desciendes en un paracaídas en plena guerra, da igual que sea de noche, alguien dará la voz de alarma y sonará el disparo, los disparos que agitan piernas y cuerpos, antesala de una muerte que te alcanza más cerca del cielo. Durante el día D, 6 de Junio de 1944, o lo que es lo mismo, durante el desembarco de Normandía, se produjeron estas escenas y muchas otras que sembraron las playas y campos de la costa Normanda de cadáveres. Restos de seres que en los minutos u horas previas se preocupaban por nimiedades, aquello que constituye la vida, como por ejemplo, comer, alimentarse de cara al asalto, verificar que las raciones de campaña están en su sitio, latas que nunca se abrieron en muchos casos. Será verdad lo que dice el poeta Miguel Hernández de los soldados republicanos de su batallón, en plena guerra civil española, “no se sabía que cosa era la muerte en realidad, y el enemigo hallaba abundante pasto para su ira en los cuerpos de los milicianos, ingenuos y generosos”,…. Pero yo me pregunto que quién puede tener hambre en una situación así. Es imposible ponerse en su lugar, pero mi empatía me lleva a sentir únicamente miedo; pánico en la piel de aquellos que no pudieron ni flirtear con el escondite.

El desembarco de Normandía, los días previos al día D
David Stafford 2004

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