martes, 2 de septiembre de 2008

esos jovenes

La eterna pregunta se repite una vez más, generación tras generación, ¿qué ha cambiado de nuestros tiempos a ahora para que a los adultos se nos ponga cara de no saber lo que está pasando con los jóvenes de hoy en día? ¿Qué pasa con las nuevas costumbres, por qué hacen esto o lo otro, por qué se comportan así? Y sobre todo, ¿qué es lo que nos espera a todos?
El polivalente Goethe y Ana Frank compartieron algo en común en sus vidas, ambos eran alemanes, nacidos en la misma población, Frankfurt am Main, y con algún siglo de distancia reflexionaron sobre el tema. Allá por el siglo XVIII Goethe nos ayuda a encontrar la luz, “Dime, ¿Cómo soportas tan cómodamente la arrogante conducta de la exasperante juventud? Si otrora también yo no me hubiese comportado insoportablemente, en verdad qué insoportables serían.” Primera pista, sólo recordando como éramos podemos llegar a comprender a los de ahora.

Y allá por el siglo XX (1944), Ana Frank lee un libro titulado ¿Qué opina usted de la adolescente moderna?, y nos dice que la autora “critica de arriba abajo a los jóvenes de hoy en día, no rechazándolos totalmente como si no fueran capaces de hacer nada bueno, al contrario, dice que si los jóvenes quisieran podrían construir un gran mundo mejor,…” Segunda pista, hay un rayo de esperanza contra la idea de que las juventudes de todos los tiempos alcanzan grados acentuados de comportamiento incívico. Hoy en día vemos cosas que nos dejan un poco fríos, como el mayor consumo de alcohol y drogas acompañado de una más temprana iniciación a estas prácticas. Este es sólo un ejemplo o la punta de lanza de lo que podría dar de sí una conversación sobre el tema entre padres que bregan con sus hijos durante la adolescencia.
Pero tampoco parece sensato negar los avances que la sociedad experimenta en todos los sentidos, generación tras generación, incluido ese que habla del cuidado por el prójimo, que intenta extender la red de bienestar social a la mayor parte de la población (por lo menos en los países más desarrollados) y que difunde un mensaje de concienciación con el objetivo de conseguir unos mínimos similares para el resto del planeta.
Nuestros padres debieron pensar lo mismo de nosotros y ahí estamos, como se dice vulgarmente, levantando el país. Creo fírmemente que nuestros vástagos también lo harán, y además, mejor que nosotros. Nuestras dudas deben ser latigazos momentáneos que sacuden nuestra mente, de esos que nos recuerdan que nos hacemos mayores, circunstancia que nos lleva a la añoranza de aquellos tiempos, cuando éramos como ellos, tiempos que por lo general se echan de menos.
Me temo que Jorge Manrique no acertaba cuando decía eso de “Cualquiera tiempo pasado fue mejor”.

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