viernes, 8 de agosto de 2008

no hay padres perfectos

Lo de ser padre parece que va perdiendo sentido a medida que los hijos crecen. Uno ve los anuncios en la tele y observa al bebé y luego mira a sus hijos, ya talluditos, y se da cuenta de que algo ha cambiado. Esos padres asociados al nacimiento han dejado paso a otros que a veces se desconciertan por lo que ven, oyen o sienten en presencia de sus vástagos.
Lo que va a continuación lo escribí hace ya algunos años, pero creo que sigue teniendo validez para inaugurar esta sección. Que ustedes disfruten de la paternidad y maternidad.

NO HAY PADRES PERFECTOS

La paternidad definida por cada padre o madre admite incontables interpretaciones.
Para la mayoría supone una gran revolución. Un terremoto físico, emotivo y mental. Todo seísmo implica caos y desorden, pero este caos se puede transformar, más bien, se debe transformar.
Como nadie nace enseñado, después de esos primeros meses felices, agotadores, nubosos, por lo de estar en las nubes, surgen las preguntas, las dudas, las inquietudes. Todos opinan de las comidas, de los sueños, de las posturas, de esas cosas tan necesarias, pero no suficientes.
Y uno, que busca algo más, empieza a hurgar y a investigar. Y esas casualidades de la vida hacen que en tus manos caigan libros; unos que se pueden abrir y cerrar y algún otro que se abrió y nunca se cerrará. En el fondo no es más que un intento de escribir el libro de la vida, porque la humanidad está llena de padres e hijos que se relacionan entre sí y todos con todos.
Y es bonito descubrir que Bruno Bettelheim, fallecido hace unos años, escribió este libro con 85 años, la experiencia es un grado. Este señor le puede ayudar a generar nuevos terremotos, más fuertes, devastadores. Uno se queda como desnudo con toda su historia, con sus virtudes y sus defectos, a la vista de aquel a quién queremos tanto. Y esa luz, ilusión y esperanza que representa un hijo empieza a transformar a los padres. Vemos las oportunidades que nos ofrecen nuestros hijos. No todo es dar, se recibe infinitamente. Se está ante una oportunidad única. Oportunidad para mejorar, sí, para ser mejores personas, para ser modelos de verdad para nuestros hijos. Para entenderlos y para entendernos. Para descubrir la humanidad común que nos debiera unir.
Lo dice Publio Terencio, (2 siglos A.C.), esclavo romano y autor de comedias, en una cita del libro: SOY HUMANO; NADA HUMANO ME ES AJENO.
Sigamos intentando ser padres aceptables, porque como dice el titulo del libro, no hay padres perfectos.

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