jueves, 14 de agosto de 2008

lo importante

Uno de los grandes de la literatura norteamericana, John Steinbeck, tras viajar una larga temporada por su país, escribió un ameno y encantador libro titulado "Viajes con Charlie". En esa obra se descubre una frase que por sí misma hace que la lectura haya merecido la pena. Dice lo siguiente:
"No hay absolutamente nada que pueda reemplazar a un hombre bueno".
Ahora es nuestro turno y podemos elucubrar lo que significa ser bueno en el mundo de hoy. Habría para todos los gustos pero seguro que encontraríamos algunas repeticiones en las contestaciones que nos pudiera dar una encuesta. Se hablaría de honradez, de compromiso, de compasión, se hablaría mucho de amor, en fin, que cada uno escoja su definición. En la labor de educación de nuestros hijos nos preocupamos de muchísimas cosas a lo largo de esos años donde todavía nos pertenecen. Y por cierto, ya podemos acordarnos de que la tarea está ahí, porque cuando uno se quiere dar cuenta, la primera parte del partido se ha acabado y uno se puede encontrar con que se ha dejado tinta en el tintero. Nos preocupamos mucho de su futuro académico, de que hagan deporte, de que aprendan idiomas, de que se relacionen con la gente y estoy seguro de que también nos preocupamos de que sean buenas personas. Argumentos que debieran conducir a intentar que nuestros hijos sean felices, objetivo último de todo bicho viviente. Ahora bien, los aprendizajes no son gratuitos, y no hablamos de pago de dinero, lo importante es saber que el pago se da en forma de trabajo y sacrificio. Sólo por ahí se consiguen los resultados. Es de cajón que esa búsqueda implica asimilar, ser corregido, aprender a ser disciplinado y es en este punto donde parece que algo se nos escapa. El castigo no es bienvenido, las costumbres se relajan, los niños se van a traumatizar, dicen unos, mis hijos son unos benditos, dicen otros, y los comportamientos incívicos de nuestros hijos, como las faltas de respeto hacia los profesores, los problemas de acoso que parecen sólo existir en la mente de los acosados, la violencia en el lenguaje, el poco respeto por el entorno que nos rodea, que se convierte en un basurero que otros limpiarán, etc.… no parecen encontrar un tratamiento adecuado , por parte sobre todo de las familias, no lo olvidemos, responsables de sus hijos, por lo menos hasta que cumplen la mayoría de la edad. Alguien dirá que es tarde para educar a los padres. Nunca es tarde para nada, se puede trabajar también con las familias, ahí necesitamos involucrar a otros agentes sociales que permitan reconducir situaciones concretas que, no lo olvidemos, causan sufrimiento y sobre todo son susceptibles de empeorar con el paso de los años. Porque los problemas que no se abordan no suelen desaparecer. Volviendo al origen, si como padres perdemos de vista eso de educar buenas personas, estaremos cometiendo el mayor error de nuestras vidas.

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