domingo, 24 de agosto de 2008

esa cosa diminuta y sensible

Hay películas de esas que enganchan, en las que, como espectadores, somos capaces durante unos minutos de meternos en pantalla y casi sentir lo que los protagonistas sienten, el miedo, la pena, el dolor, el amor o la alegría. Al encenderse las lunes tras los créditos, podemos respirar y rememorar esos sentimientos que a medida que pasan los minutos se alejan, pareciendo que se evaporan en esa realidad nuestra de cada día. Cuando uno lee el diario de Ana Frank, también una angustia y desazón se apoderan del lector, que cierra el libro, no para olvidar, pero sí para huir de alguna forma de esa casa de atrás donde reina el miedo, donde el silencio no es una opción sino una obligación, donde se duerme para acortar el tiempo y la espera, donde la angustia a veces no deja escribir y da paso a las lágrimas que escapan de los ojos de una niña que a pesar de todo muestra entereza y esperanza, que se muestra alegre y dichosa cuando se olvida del exterior y que a veces se apoya en su fé para esperar. El diario es una válvula de escape para Ana, torrentes de palabras que llenan páginas con la intención de no atragantarse en la soledad, en su falta de libertad y en los inevitables problemas entre los humanos derivados de una convivencia forzada.
Uno sabe el final antes de empezar y eso también es descorazonador, y a ese final vuelve el lector una y otra vez intentando encontrar sentido a las palabras de Ana. ¿Para qué el esfuerzo, para qué la esperanza, para qué el silencio? Dice George Steiner que su definición ideal de la vida la dió Samuel Beckett: "Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor". Ana Frank era una niña y no tuvo más oportunidades de probar o fracasar. Cuando escribe sobre su relación con Peter, otro de los escondidos, Ana habla de "Esa cosa diminuta y sensible que ninguno de los dos se atreve a nombrar aún", esa cosa, parte de una vida que alguien se encargó de cercenar el 4 de Agosto de 1944, cuando los habitantes de la casa fueron detenidos, poniendo fin al diario de Ana e instaurando el silencio de muerte que ella tanto odiaba.

Ana Frank. Diario (1947)

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