jueves, 10 de abril de 2008

oh jerusalén

OH Jerusalén (Dominique Lapierre y Larry Collins)

El 29 de noviembre de 1947, las Naciones Unidas votaron el reparto de la tierra Palestina para crear dos nuevos estados, un estado árabe y un estado judío. El fin del mandato británico sobre Palestina se acaba y ambos bandos, árabes y judíos, siembran el terror para amedrentar al otro. Los meses previos a la salida de las tropas británicas se aprovechan para organizarse, acopiar armas y prepararse para lo aparentemente inevitable. Los esfuerzos diplomáticos no dan resultado y el 14 de Mayo de 1948, nace el estado de Israel, a la par que los ejércitos árabes atacan Palestina; egipcios, iraquíes, sirios, judíos,… se lanzan a la guerra. El 17 de julio las gestiones de paz dan como resultado un frágil alto el fuego. El estado árabe no nace tras la resolución internacional. Después de 60 años sigue sin tener cabida en este mapa. Básicamente no existe. El conflicto se ha enquistado y todas las iniciativas de los últimos años no terminan de generar una situación que contenga un mínimo de esperanza. Situación que pasa por reconocer al otro y asumir que la única solución es convivir. Juntos o separados por fronteras, pero convivir, reconociendo el derecho a existir del prójimo. Es increíble que todavía hoy se puedan escuchar declaraciones altisonantes como “borrar del mapa al vecino”, sobre todo cuando vienen de altos dirigentes. No hay otra salida al conflicto que la mutua aceptación, asumiendo que el “otro”, el “diferente”, tiene derecho a una vida digna.
El horror de la guerra se masca en un libro que cuenta la historia desde sus protagonistas, los más conocidos y los desconocidos, aquellos que ven aplazada su boda por el conflicto, aquellos que mueren sin quererlo o los que perecen de sed y hambre en asedios inmisericordes. Uno de estos desconocidos, al observar los cadáveres de sus compañeros, se acuerda del grito apagado que un brigadista internacional plasmó en palabras, en plena guerra civil española, también después de ver la muerte en los rostros y en las miradas de sus semejantes:

Ojos de hombres que corren, caen, chillan,
Ojos de hombres que gritan, sudan, sangran,
Ojos de los heridos manchados de rojo,
Ojos de los moribundos y de los muertos.

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