Todo empieza en un vagón de tren con destino Petersburgo y continúa en casas con puertas que se abren y cierran, en terrazas desde las que vivir las noches blancas, en alocadas conversaciones de personajes normales a veces, increíbles otras, atrapados en la vorágine de los sentimientos, con líos de amores y de pasiones no dichas, con cartas que se envían, con reminiscencias de antaño, con confesiones, con vicios que no se ocultan, con verdades y mentiras, con gestos que se perdonan, con compasión y bondad, todo llevado al extremo, con gritos y carcajadas, con llantos y risas, con citas a escondidas, con locura. El principal protagonista, atrapado por su enfermedad, ingenuo, desea vivir y amar, y dubitativo se mueve aceptando todo; “era muy feliz allí, de otra manera”, confiesa en un momento, lo era antes de adentrarse en el mundo de verdad. Cabe de todo en la novela que atrapa y engancha desde la primera página.
El idiota. Fiodor Dostoiewski. 1869
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