Igual de imposible que colorear las palabras es a veces entendernos aunque hablamos el mismo lenguaje. Eso pasa a menudo entre los políticos, personajes adscritos a las siglas de su partido, muy definidas y marcadas a sangre y hueso, todos con lealtad inquebrantable, repetidores de palabras y eslóganes hasta la saciedad e indefinidos en ética y moral.
Y de moral mejor no pregunten a Errejón, estafador, enfermo, abusador, adicto incluso a la mentira. Inexplicable que los que le han rodeado y aplaudido todos estos años no estuvieran al tanto de nada, o como meter la basura debajo de la alfombra.
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