Dicen que las praderas son hermosas sin más,
todas verdes y salpicadas de gotas
que la noche dejó.
A mí me parecen grandiosas
y quisiera correr de aquella punta lejana a la otra
y volver a empezar.
Entre medias chillar
sin olvidarme de respirar
y abrir los brazos
y ver,
no dejar de ver.
Y al descansar,
tumbado y mirando ese cielo que todo lo ocupa,
quisiera que vinieran los caballos a ocuparlas,
a pastar,
y a vernos como a extraños que pasan de largo.
Y luego decir adiós,
a todo,
con palabras mudas
y mirar hacia atrás
una y más veces,
que todo quede grabado,
que el viento lo acurruque en mí.
a todo,
con palabras mudas
y mirar hacia atrás
una y más veces,
que todo quede grabado,
que el viento lo acurruque en mí.
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