viernes, 13 de enero de 2023

lisboa.enero2023.2

Un nuevo día, una víspera de Reyes, que se va el metro, que viene otro, que el andén se vacía, que dónde vais. La vida diaria tiene eso y gimnasia al aire libre, con perros y dueños, verdor en el parque, templete precioso, árboles que todavía quieren crecer más y contemplación y rezos en iglesia de esculturas monumentales, de ángeles gigantes. Es la Basílica de la Estrella donde la última cena se celebra en mesa redonda y donde la cúpula es real, no un trampantojo.


No hay prisa en el cementerio inglés, no abren a su hora y nos vamos, en el de los placeres, cercano, y de nombre irreal no hay descanso y es que los aviones se aproximan y muestran su panza sobre los mausoleos pequeños y grandes de muertos de siglos pasados. 
En la Tapada das Necessidades el escándalo es mayúsculo, gallos y gallinas que no descansan, qué pensarán las palomas y los pavos reales, tan mudos. Hay cactus nunca vistos llenos de pinchos, miles de árboles, paseos de piedra, escondites y mucho color.


La señora, asomada a la ventana, grita que tiene hambre, sólo unos platanitos por favor. La señora, en la puerta, los agradece y casi llora. Un paréntesis de vida real. 


Volvemos a San Amaro por escaleras que no acaban para ver la mejor vista del puente donde el tráfico rodado no da tregua. Antes se veían galeones, era el siglo XVI. Ahora qué vemos, me pregunto yo. Y también volvemos a Belem por la orilla del Tejo radiante de luz. Hay cola ahí para comprar los pasteles, no hay nadie acá para comprar los mismos pasteles, el mundo siempre está mal repartido. Volvemos, les contamos, viajar es recordar lo que pasó hace apenas unas horas y es hacer planes para que nunca acabe.

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