Dieciséis equipos en octavos y pasaron ocho. Los otros pudieron irse a llorar al cuartito, como decía un aficionado uruguayo en la ronda previa, o pudieron no llorar, tan sólo callar y esperar mejores minutos. Y me refiero a jugadores y aficionados, que los hay de lágrimas fáciles y hasta de olvido fácil.
Vuelve la prórroga y hasta los penaltis que finalizan cuando un tropel de jugadores corren a abrazar al héroe.
Avanzan los esperados menos uno y ese uno resultó ser España. Muro infranqueable, penaltis malditos, etc. No hacer demasiada leña del árbol caído siempre parece una buena opción.
A futuro se avecinan duelos que fueron historia y que hoy son presente de noventa minutos.
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