jueves, 22 de septiembre de 2022

cantabria.6

En busca de playas e impresiones nuevas recorremos la costa, de repente la perdemos pero está ahí, a escasos cientos de metros. Seguimos cruzándonos peregrinos, del camino del Norte o del Liebanego, una constante verlos con sus botas, mochilas y bastones. En el derruido monasterio de San Felices y San Pedro, del siglo X, hay un pequeño cementerio que alberga un crucificado en piedra de Jesús Otero, el escultor cántabro autor del Cristo de Palencia. Y mirando las piedras con cuidado encontramos una liebre en actitud de escapar, pero ahí quedó, esculpida y petrificada.


Los acantilados del Bolao merecen una bajada, un tanto escabrosa, para sentir el agua correr, que viene de dentro para alimentar al mar, como si este tuviera sed. Piedras que sirven de asiento para descansar y admirar el paisaje.


Cuando creíamos haberlo visto todo encontramos la playa de La Arnía. 85 millones de años dicen que tienen las formaciones geológicas. Desbordados por los números vemos un maremagnum de estratos y piedras, no sé si llamarle paisaje lunar con agua, fantástico el lugar, apasionante, para perderse en sus arenas y piedras, para esquivar las mareas y visitar el otro lado, como un niño curioso.

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