Comemos en Quintanilla de las Viñas, en la Cantinilla, bien y tranquilos, como debe de ser en un pueblo que dice tener 18 habitantes. Al lado, la ermita visigótica de Santa María, calor fuera, qué bien se está dentro, y más escuchando las palabras del guía, viendo el primer Pantocrator, hablando del siglo VII. Viendo al sol y a la luna que, a los lados, compiten por ser adorados. Parece un león enjaulado, de un lado a otro, el piso irregular y polvoriento. Y de repente se sienta, toma la guitarra y aborda el concierto de Aranjuez. Y así, un tanto asombrados, nos despedimos. La siguiente parada es Quintanalara. La borda se llena de libros, intercambiamos ejemplares, subimos la escalera y la bajamos, las arañas a lo suyo, ajenas a nosotros. Es mi tercera visita, me gustaría que no fuera la última.
Pastel de manzana en Airfriyer
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Batir 1 huevo, un chorrito de aceite, otro mas grande de leche, una
cucharada de Royal y harina hasta que quede una crema. Pelar una manzana y
cortarla en ...
Hace 3 horas
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