miércoles, 24 de noviembre de 2021

Zaragoza

Quieres andar, como pregunta, a ella, que está en la silla. Un retazo de vida, hay tantos en tan poco espacio, el que da un puente de piedra, momentos plasmados en fotos, selfies, muchos con vistas de la basílica. Hay cuanto esperas encontrar. Me marché antes de ver si ella se levantaba, también antes de que alguien arregle esa terraza abandonada, ideal para que pudiera tener vida otra vez, y caminando pude ver una ciudad deslavazada en alturas con esa mezcla de bloques que sobran o que faltan. Ayudará el día gris a ver todo distinto, incluso al río, calmado; pero los blancos del vestido de la novia no dejan de brillar y también queda la emoción y la mucha devoción para ver a la pequeña Virgen en en el pilar. Se reza, se hace el silencio. Fuera hay terrazas con quemadores que dan lo que el sol no da, se pasa el sábado rodeado de gente, con comida y bebida, el frío no importa. Vuelvo a la de antes, a la no habitada, la que también tenía la persiana extendida, nadie la subirá. Como el telón que tampoco sube ya, eran de color rojo y cuando dejaban libre la pantalla empezaba la película. Hoy hay fundido en negro en la sala y se proyecta el buen patrón, qué buena película, qué de todo tiene. Aparte de eso vemos un retablo bonito y una colección de tapices magnífica, es la Catedral, a la sombra del Pilar. Y luego un tubo repleto de bares y un río oscuro, que ya la luz no está, con Goyas de mentira que homenajean al verdadero. Y esa noche trae distancia con el día, y hay más tarde un despertar para escribir en piel. Y qué más hay, un gran museo de la ciudad, un sol que buscamos, los cantos de una misa que termina, deportistas y caminantes que ven a izquierda o derecha las aguas. Y un cantante, que bebe a sorbos, que canta Granada, al que aplaudimos, y que acerca su mano a su corazón, una forma de agradecimiento; que seguimos, que nos vamos.

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