No es por casualidad que se formen olas en el Tajo en su final, sí es por casualidad que en el metro coincidamos con alguien que estuvo trabajando en Vitoria, en las obras de la plaza de toros y en otras construcciones, ahora parece que la vida no le sonríe. No es por casualidad que los pájaros se mezan, que las gotas casi nos alcancen, no es por casualidad que volvamos a Santo Domingo, la iglesia más bonita de la ciudad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario