lunes, 7 de septiembre de 2020

zadorra

Ver a Messi jugar puede ser tan fascinante como leer a Paul Auster. Los problemas de Messi parecen banales. Eso lo pienso mientras sigo andando después de andar. Veo árboles, praderas y casas construidas con el propósito de hacer poco agradable la vida en ellas. Ausencia de luz porque se olvidaron de agrandar las ventanas, ausencia de balcones. Recogidos hacia un interior. Ahora me apetece el aire, el que sopla, el que te despeina si tienes pelo, pisar calles con paso fuerte y hasta rápido. Esto sucede mientras acaba el agosto más raro de mi existencia, que debe de ser lo mismo a vida consciente. Y encuentro fe presidiendo alturas, fuera de los templos. Hay flores y oraciones, algunos se paran delante del santo. Vitoria se extendió y casi alcanzó los pueblos que antes parecían lejanos. Yo en bici por esos lugares hace tantos años, ahora sólo con pasos que van y vienen. Andar para ver el Zadorra dar la vuelta, para no recordar donde trabajaba mi padre. Quizás tiraron la fábrica. Sí, siempre se llamó fábrica, lugar donde se transforman cosas y de materia prima nacen objetos. También lugar donde se fabricaron sueños, que se hicieron reales y luego se desvanecieron, como todo lo que pisa la faz de la tierra.

No hay comentarios: